Redacción Siete Días
Quito es, por su forma y topografía, una ciudad como pocas. Es un cinto de avenidas y calles serpenteantes, hechas para burlar sus muchas lomas y sus profundas quebradas.
Vive, por lo tanto, un tráfico difícil. Sus vías están, casi a toda hora, repletas de autos, buses y camiones, cuyos conductores y ocupantes van exasperados, de mal humor, aburridos, incluso agresivos.
Frustrados, como Bersabé Sarango cuando camina por la ciudad. Ella se queja del tráfico, del estado de las veredas y del trato que les dan los vehículos. “Cuando uno quiere cruzar por la línea cebra, los autos se van encima. Los buses son otro problema”.
Tiene 44 años y se considera una peatona desde muy pequeña. En la última década, ella siente que los peatones se volvieron más apurados, más bruscos. Algunos pasan empujando sin mirar…
Arriba del bus de la línea Ferroviaria-Floresta, que conduce Mauricio Ormaza, se puede ver claramente, detrás del parabrisas, las imprudencias de los conductores y peatones y las falencias que tiene el sistema vial de Quito.
Casi un millón de vehículos
El oficial Roberto Bayas, del Cuerpo Operativo de Tránsito, dice que el Trole, la Metrovía y la Ecovía ocupan el 70% de la calle.
Son un gran medio de transporte, pero otros conductores los sienten como una molestia , pues no dejan suficiente espacio.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEN), en 2000 había 646 040 automóviles matriculados en el Ecuador. De estos, 617 116 eran de uso particular. En 2008, el número había aumentado a 989 039 vehículos, 953 199 particulares.
En casi cualquier calle, por donde sea que se transite en esa ruta que cruza Quito de sur a norte, abundan los autos. No existen las vías alternativas y las horas pico parecen ser todas las horas del día. Ahora, a cualquier hora hay tráfico, congestión y desorden.
“El aumento de autos es muy notorio. Las buenas oportunidades que dan las casas comerciales para comprar vehículos han hecho que muchas personas cambien el bus por el auto”, se queja Ormaza, quien ha visto el aumento desde su puesto de bus.
Él comenzó en ese oficio hace 13 años y recuerda que, en sus inicios, se demoraba mucho menos en llegar al final de su ruta y se veía un tráfico mucho más leve, fluido. Con él, otros choferes coinciden que ahora se demoran 45 minutos más por vuelta.
Incluso, las vías de la Ecovía, la Metrovía y el Trole, que pretenden colaborar con el tráfico, a veces resultan un problema, pues achican las calles y la gente parece no acostumbrarse a su existencia: no es raro encontrar quien invada las vías exclusivas del Trole, en especial en la zona del centro.
Otros factores que aportan al caos son la imprudencia, la falta de amabilidad y la falta de educación vial tanto de los conductores como de los peatones.
Por lo menos, es la conclusión de Roberto Bayas, del Cuerpo Operativo de Tránsito, con 12 años de experiencia en el tránsito de la capital. Parado en el cruce entre las avenidas Amazonas y Naciones Unidas, diagonal al Centro Comercial Iñaquito, se toma un momento para resumir la que él cree la clave de los males de tránsito de la ciudad: “Mientras más ignorancia de las leyes de tránsito, más contravenciones y más accidentes…”.
La ley que predomina es la ley de la selva. El más grande, el más vivo, el más rápido es el que sobrevive. Eso cree Néstor Vega. Él conduce un taxi hace 26 años y se queja de los buses, que parecen aplastar a su pequeño vehículo. “Paran en cualquier lugar y no respetan a los autos pequeños. Abusan del tamaño que tienen”.