Trabajadoras domésticas buscan visibilizarse

Ana Lara, Nubia Zambrano (CARE), Magdalena Fueres y Lenny Quiroz, de izq. a der. Foto: Mariela Rosero / EL COMERCIO

Ana Lara, Nubia Zambrano (CARE), Magdalena Fueres y Lenny Quiroz, de izq. a der. Foto: Mariela Rosero / EL COMERCIO

Ana Lara, Nubia Zambrano (CARE), Magdalena Fueres y Lenny Quiroz, de izq. a der. Foto: Mariela Rosero / EL COMERCIO

Las manos de Lenny Quiroz, de Babahoyo, dejan ver lo pesado de su oficio: al tocarlas se sienten ásperas y sus uñas lucen partidas y amarillas. Desde los 18, hoy tiene 54 años, se ha dedicado al trabajo doméstico remunerado.

Eso implica lavar y planchar ropa, limpiar y arreglar la casa, preparar alimentos, cuidar de los niños.En Ecuador se calcula que unas 300 000 mujeres desempeñan esta actividad. El 25% tendría acceso a un sueldo básico y a la Seguridad Social. El 90% empieza su vida laboral entre los 12 y 13 años.

Alexandra Moncada, directora de CARE Ecuador, confirma que esas cifras no son oficiales. Señala que se trata de aproximaciones, resultado de testimonios de mujeres y sus organizaciones.

Las familias no han prescindido de esos servicios -dice- pero la situación es precaria. “De todos los grupos laborales, este es el de mayor vulnerabilidad”. Por eso, este mes, cuando se conmemoran las luchas de la Mujer Trabajadora, la entidad decidió organizar un espacio de reflexión sobre la situación de este grupo.

Mañana jueves 22 de marzo del 2018, de 09:00 a 12:30, en Ciespal, se desarrollará el Foro Violencia y Acoso en el lugar de trabajo, organizado por CARE Ecuador.

Entre otros panelistas estarán la directora de la ONG, Alexandra Moncada; el Viceministro de Trabajo; la viceministra de Inclusión Social, Rocío Rosero. Se discutirá en torno a la equidad en el ámbito laboral, abuso y violencia en el lugar de trabajo y derechos laborales.

Magdalena Fueres tiene 51 años, es oriunda de Cotacachi. Empezó a ganarse la vida como trabajadora doméstica desde los 12 años, los fines de semana, en su ciudad. A los 15 llegó a una casa, en El Inca, en el norte de Quito. Le impactó separarse de los suyos.

Desde muy joven empezó a sentir la discriminación, con acciones que pueden pasar desapercibidas, pero que la marcaron. Un ejemplo: cuando le han pedido que coma en un plato y en un vaso diferentes a los de la familia. Además, cuando ellos se sirven carne y a ella le dan una colada.

Pero eso no es lo peor que ha enfrentado Magdalena, quien viste su ropa tradicional (con anaco). Uno de los mayores temores que ha vivido, al igual que otras de sus compañeras, es el acoso sexual.
Lenny Quiroz asiente con la cabeza cuando escucha a Magdalena.

Ella ha escuchado muchas historias de mujeres que resultan embarazadas de sus empleadores o de los hijos o hermanos. Así que cuando le ha parecido que corre algún tipo de peligro ha preferido salir de la casa. Otra de sus estrategias siempre ha sido acercarse a la señora, a la esposa, para estar protegida.

Moncada, de CARE Ecuador, cita un estudio de su par de Perú. Dice que el 70% de hombres de ese país inicia su vida sexual con una trabajadora remunerada del hogar. Es una práctica -afirma- que se repite en Sudamérica, esa realidad no es ajena.

En el último año se ha hablado mucho -apunta Moncada- sobre el acoso en el mundo del cine. Se podría decir que no hay un sector laboral en donde no ocurra.“Pero en el domicilio, en el hogar, en la vida privada de las familias, esto no es visible. Necesitamos que se visibilice la situación de quienes se encargan de la economía del cuidado y hacen posible que otras mujeres trabajemos fuera de casa”.

Ecuador es uno de los países que ha ratificado el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, de junio del 2011. Este reconoce el trabajo doméstico remunerado como una ocupación con los mismo derechos de otros.

En el Gobierno anterior se reglamentó que estas trabajadoras ganen un sueldo básico. Entonces recibían unos USD 60, por lo que el aumento implicaba cinco veces más sus ingresos. También se hizo obligatoria su afiliación al IESS. Y se recalcó en que debían cumplir ocho horas diarias de labores. Pero esto no se ha cumplido, como relata Ana Lucía Lara, de 43 años, nacida en el cantón Mira, en Carchi.

Ella y otras de sus compañeras, dice, han tenido trabajos de USD 150 ó 220. Algunas aceptan cubrir en mitades iguales, con el empleador, el aporte mensual al IESS.

Ana cuenta que, desgraciadamente cuando algunos jefes ya no quieren sus servicios, suelen inventar un robo o las maltratan, para que se vayan por su cuenta. También anota que nadie se fija en que son las primeras en despertar y las últimas en descansar.

Estas mujeres son parte de la Unión Nacional de Trabajadoras del Hogar y afines, formada hace tres años.

Lenny Quiroz también es dirigente de ese gremio. Dice que en los últimos años, las migrantes de países como Venezuela también son víctimas de explotación como ellas. Y reciben USD 50 u 80 al mes como paga. Incluso se conforman con la vivienda.

CARE Ecuador busca que la sociedad debata el tema. También la Asamblea, que reforma el Código del Trabajo. Liliana Durán preside la comisión a cargo. “Hay un subregistro alto, se dice que son unas 300 000 mujeres. Estamos abiertos a recibir sus propuestas para el informe”.

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