‘La Torera’, Anita Bermeo, merece un capítulo especial en cualquier historia de Quito ¡ni faltaba más!, pues se trata de uno de los personajes notables que han transitado por las calles de nuestra ciudad. Quienes hemos atravesado la segunda mitad de la vida y que allá, en los años cincuenta del siglo XX, fuimos niños, la recordamos en su pleno vigor.
Era una mujer delgada que vestía estrafalariamente, con blusas llenas de encajes de muchos colores, paraguas o una vara de eucalipto lo suficientemente gruesa, como para que una vez descargada sobre los huesos de muchachos altaneros, les creara suficiente experiencia y nunca más le agredieran con sus burlas. Pero sin duda lo más notable de su vestimenta era el sombrero de ala ancha, con un velo que cubría parcialmente el rostro a la manera de una viuda.
A fines de los años cincuenta, y antes de que los festejos por el 6 de diciembre tomaran tanta fuerza como para eliminar otros acontecimientos; en la ciudad, a
la conclusión de las celebraciones de Inocentes y Carnaval, se realizaban elegantes “corsos de flores”, como se decía en Quito en aquella época, y que consistían en desfiles de carros alegóricos, en los que participaban jóvenes hermosas que repartían claveles por doquier. Pues en buen contraste con esas ninfas, a Anita Bermeo le dio por intervenir en uno de esos eventos, nada menos que encabezándolo. Los presentes le aplaudieron a rabiar y a nadie se le ocurrió gritarle por esa vez: “¡Torera!”.
¿Quién fue ‘La Torera’?, pues como todo personaje legendario, cuenta con algunas versiones sobre su origen, ya que ha sido objeto de hondo interés por articulistas de periódicos y de exaltación de poetas que vieron en ella, la encarnación de algo del alma de Quito. Varias ciudades se disputarían ser su cuna: Ambato, Baños, Riobamba y para algunos la propia Quito.
Habría llegado de empleada de alguna familia aristocrática y pudiente, con quienes viajó hasta California, en donde presenció los amores de la dueña de casa con un personaje exótico, lo que produjo un embarazo y, al nacimiento, el niño le fue entregado a ella. Se ha dicho también que se ganaba la vida como costurera y que un buen día decidió dejar la capital para ir a Ambato. En la plaza de toros de esa ciudad se celebró una corrida en la que participó un diestro de excelentes dotes, habilidades que cautivaron a Anita, quien se prendó de tal manera del torero, que fue una de las últimas en salir del coso. El matador también se había fijado en ella y como dicen los jóvenes de hoy “llegaron a salir”. En la entrevista hubo la oferta del galán de contraer matrimonio, para lo cual en pocos días le seguiría hasta Quito. Feliz, ‘La Torera’ volvió a su hogar a esperar a su futuro esposo. Mas pasó el tiempo y la promesa no se cumplió. Regresó a Ambato y a pesar de sus indagaciones no lo encontró. Retornó a su taller de costura llena de dolor.
Con el tiempo se volvió una mujer extraña, los síntomas de la alteración mental fueron evidentes, viéndosela pasear por las calles con sus raros atavíos. Anita Bermeo habría sido entonces presa de una locura de amor, al igual que Juana de Castilla, la Penélope a la que canta Juan Manuel Serrat y la novia de Tim Burton.
‘La Torera’ fue una mujer trágica y célebre que animó a la ciudad, convirtiéndose en bufón de los jóvenes y en una pasión de los artistas.