Niños juegan al pie del Cotopaxi un año después de su reactivación. Las familias aprendieron a convivir con el volcán a pesar de que aún les falta capacitación. Foto: Fernando Flores para EL COMERCIO
Al menos 20 000 personas que habitan las parroquias Mulaló, José Guango y Aláquez, en las cercanías del volcán Cotopaxi, aprenden a convivir con la montaña que se muestra tranquila, al cumplirse un año de la reactivación del coloso.
Parte de los pobladores retornaron a sus casas luego que el pasado 15 de agosto del 2015, en que se anunció la supuesta erupción del macizo, causó temor y pánico en los pobladores. Eso les obligó a abandonar sus viviendas y a comercializar sus animales a bajos precios.
Tras un año, la situación económica no mejora. De los 10 000 habitantes que vivían en la parroquia Mulaló, 1 000 se fueron a otras ciudades o a comunidades cercanas. Pero en los últimos cinco meses, al menos 900 retornaron a sus actividades agrícolas y ganaderas.
Ticantilín es el pueblo más próximo al Cotopaxi. Desde abril el movimiento tomó vida. Los vecino de este poblado con azadones en los hombros y arreando el ganado caminan por las vías polvorientas. María Malitasig, vecina de la comuna, dice que nunca salió pese al cambio a alerta amarilla.
Está preocupada debido a que en las cuatro prácticas de evacuación que se realizaron, en ninguna lograron llegar a la zona de seguridad. “Tenemos 15 minutos para salir, pero hacemos más de 30. En los ejercicios las autoridades no envían los vehículos para salir. Acá en Ticantilín todos estamos considerados como personas con discapacidad y por eso debe darse mejor atención en las prácticas”, cuenta Malitasig.
En el pueblo integrado por un puñado de casas de una planta, techo de teja y de zinc no cuentan con una sirena. La única alerta es la campaña de la capilla. Esperan que la Secretaría de Gestión de Riesgos o la junta parroquial les instalen, debido a que los equipos de alerta temprana que se encuentran en San Agustín de Callo en ocasiones no se oye por la dirección del viento.
Eso preocupa a José Chuqui, presidente de Ticantilín. Cuenta que al cumplir un año de la activación del coloso todos se capacitaron y saben cuáles son los peligros del volcán y hacia dónde deben dirigirse. “Cuando erupcionó, no sabíamos qué hacer, pero ahora estamos preparados y sabemos adónde ir, pero deben ayudarnos a mejorar los tiempos porque acá la mayoría de las 20 familias sufre con discapacidad y no tenemos vehículos”.
Según la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), las charlas y capacitaciones van a continuar en las comunidades cercanas al volcán Cotopaxi. Pablo Morillo, coordinador Zonal 3 de la SGR, explica que durante todo el año no se ha detenido la capacitación en las poblaciones cercanas al coloso.
El objetivo es que la gente esté bien preparada. “La amenaza siempre va estar ahí y que en cualquier momento puede dar manifestaciones de su proceso y nunca hay que dejar de prepararse. Ya se efectuó un primer simulacro en lo que va de este año y se prepara otro”.
Recuerda que antes del 2014 ninguna entidad tenía un plan de contingencia cantonal, provincial o parroquial. En la actualidad hay un plan de contingencia provincial, 5 cantonales, 8 de mesas técnicas, 10 a escala parroquial y 23 instituciones que cuentan con estos documentos. Además, con un sistema de alerta temprana en todas las zonas de riesgo.
Se efectuaron 877 eventos de capacitación con la participación de 66 429 personas. También, 45 se informaron en ferias y charlas. Se desarrollaron 294 simulacros y 32 simulaciones con la intervención de 163 000 personas. Adicional, se distribuyeron
44 000 mapas con las rutas de evacuación entregadas puerta a puerta.
Las 400 familias que viven en la comunidad San Agustín de Callo están alertas a lo que ocurre en el Cotopaxi, aunque de a poco aprenden a convivir con el coloso. Su presidente, Ramiro Caiza, explica que la gente está preparada para afrontar una erupción volcánica, pero debe mejor en los tiempos en los simulacros, porque tenemos 6 minutos para salir antes que desciendan los lahares, pero aún se demoran 10.
Espera seguir mejorando. Pero lo que más preocupa es que la gente no logró recuperarse, dado que las familias que tenían entre 4 y 6 vacas lecheras las vendieron cuando se cambió de alerta por la supuesta erupción. Las cabezas de ganado que costaban USD 1 200 cada una las vendieron en USD 350. “Fue una pérdida grande, puesto que vivían de la venta de la leche. Acá se producían 1 800 litros y apenas llegamos a los 1 200. Necesitamos créditos”.
En la capacitación trabaja la Junta parroquial de Mulaló. Mario Rocha dice que poco a poco el pueblo se va recuperando, aunque es difícil comprar nuevamente el ganado. “Estamos laborando para ayudar a las familias, en especial en el mantenimiento vial y en la capacitación para bajar los tiempos. Lo seguro está que en caso de darse una alerta naranja todos saldrán evacuados”.