El tablero social y económico de Chile recibió un sacudón por el terremoto del sábado y exhibió zurcidos ocultos en su fuerte institucionalidad. Hubo, en varios campos, una fallida actuación del Gobierno .
Seguramente un sismo de 8,8 grados hubiese arrasado con otro país menos desarrollado. El de Haití, por ejemplo, tuvo mucha menor fuerza que este y allí murieron más de 220 000 personas.
Pero con tanta experiencia en prevención, simulacros y planificación poscatástrofes, las fallas exhibidas en Chile no deben pasarse por alto. Un buen número de las alrededor de 800 muertes son atribuibles a esas falencias.
No se trata de demeritar el sistema de prevención, que ya muchos países quisieran tener. Pero no cabe ser complaciente, pues de por medio está la vida de millones. Aquí hay lecciones.
Ante la evidencia de las fallas, el Gobierno respondió primero con justificaciones, pero pasadas varias jornadas las reconoció .
La desgracia parece haberse potenciado por ocurrir en los estertores del reinado de 20 años de la Concertación en el Gobierno. El 11 de este mes asumirá la Presidencia el opositor Sebastián Piñera. Antes del sismo, varios funcionarios y colaboradores hacían ya maletas y otros discutían aún los motivos de la derrota.
La economía de Chile resentirá por largo tiempo la catástrofe y el Presidente electo lidiará con las consecuencias. Bachelet también, pues las falencias exhibidas por el terremoto no estuvieron en línea con los recursos invertidos en prevención de desastres. El Legislativo anunció ya una investigación.
Chile tiene estrictas normas de ingeniería antisísmica y eso evitó una mayor destrucción. Quienes trabajamos en Santiago, y vivimos el terremoto, lo agradecemos. Pero unos pocos constructores no cumplieron. Cayeron edificios y puentes casi nuevos. Hay problemas también en refinerías y en un estratégico destacamento militar.
Quienes no agradecen y con razón, son los habitantes de las costas. No recibieron la alerta de maremoto. Esta fue la peor falla. Datos originados en EE.UU. y la Armada local advirtieron del tsunami. El comando oficial de desastres no lo consideró. El resultado: pequeñas poblaciones arrasadas por la furia del mar.
Otro problema fue la falta de canales de comunicación entre autoridades. No operaron teléfonos satelitales de emergencia. Además, el Gobierno fue timorato a la hora de ordenar el despliegue del Ejército.
A pesar del buen clima, la primera ayuda tardó entre 24 y 48 horas en llegar. Y no se pudo impedir, hasta tres días después del terremoto, saqueos y falta de electricidad y alimentos.
Estas fallas no debieron ocurrir si se hubiese hecho honor al libreto de prevención. Pero Chile se levantará pronto, tiene fortalezas institucionales para hacerlo.