El domingo 22, los termómetros en Quito marcaron hasta 26,7ºC de temperatura, la más alta en lo que va de noviembre. Pero el viernes 6, llegó al otro extremo, al caer a 7,5ºC.
Humberto Enríquez, técnico del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), aseguró que se trata de registros totalmente inusuales para esta época. Estas alteraciones atmosféricas se acentuaron en estas semanas; por ejemplo, el martes 17 en el cantón Paute (Azuay) se registraron 30,5ºC, Cuenca 27,5ºC, y en La Toma (Loja), 37,5ºC, cuando normalmente es entre 30 y 32ºC.
Sin embargo, no es una situación aislada. Un informe sobre cambio climático del Ministerio del Ambiente (MAE) señala que en zonas como la Sierra centro y Sierra sur (Azuay y Cañar) la temperatura sufrió un aumento gradual de hasta 1,6ºC; y en la Amazonia de 0,8ºC. Esto en el período comprendido entre 1960 y 2006.
Carolina Zambrano, directora nacional de Cambio Climático del MAE, asegura que el aumento es a escala nacional con un promedio de 1ºC.
Gonzalo Ontaneda, coordinador de investigaciones meteorológicas del Inamhi, y Free de Koning, de Conservación Internacional, coinciden en otro factor. Es sobre el desfase de la época de lluvias (Costa, desde diciembre y Sierra, desde octubre) y verano, alteración que ocurre desde 2001.
Ontaneda se mostró convencido de que en esta alteración tiene incidencia directa el cambio climático, “aunque aún queda por demostrar si también influye en el nivel de precipitaciones”. El informe del MAE resalta ese comportamiento irregular. En la Costa, el invierno de 2008, por ejemplo, se registraron valores superiores a lo esperado. Así, en marzo, en Babahoyo llovió 836,5 mm (1 mm representa 1 litro de agua por m2), frente a los 513,5 mm esperados.
Pero para Koning, uno de los indicadores más visibles es el retroceso de glaciares. El Cotopaxi, por ejemplo, perdió el 40% de sus nieves en los últimos 30 años. Los científicos temen que hasta 2050 se pierda el 78% de nevados. Se suman el retroceso de los páramos andinos, la desertificación de suelos en Manabí y Loja, desaparición de especies y presencia de vectores de enfermedades como malaria en la Sierra.