En la provincia de Sucumbíos hay más pedidos de refugio

Refugiados Sucumbíos

Refugiados Sucumbíos

Las tres filas de asientos de la Dirección de Refugio en Nueva Loja (Sucumbíos) están copadas por cerca de 20 personas de Colombia.

Es mediodía del lunes. Hombres y mujeres esperan recibir la visa de refugiados y quedarse en el Ecuador.

Dioselina C. lleva una copia de la resolución, en la que se notifica que deberá abandonar el país en no más de 15 días.

Las peticiones ingresan una a una y en el país el número de refugiados se disparó desde el 2000 hasta septiembre del 2009 y luego baja, según Cancillería.

Hace 14 años había 390 personas con ese estatus legal y en septiembre del 2013 sumaban más de 54 000 personas.

Sucumbíos es la segunda provincia del país que acoge la mayor cantidad de gente después de Pichincha.

Grupos de Derechos Humanos y activistas sociales de Sucumbíos coinciden que el mayor flujo de refugiados colombianos se dio tras la implementación del Plan Colombia desde el 2000.

La venezolana María Lorena Suárez es la delegada la suboficina de Acnur en Nueva Loja y asegura que las solicitudes de refugio se incrementaron en esa provincia desde los últimos tres meses del año pasado.

Uno de los factores –precisa la activista- fue el paro agrario en el país vecino y el recrudecimiento de los enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército, en el lado colombiano.

En la zona fronteriza del Putumayo (Colombia), las FARC y bandas delictivas dedicadas al narcotráfico como Las Águilas Negras, Los Ratrojos y Urabeños se disputan las rutas del traslado de estupefacientes y las zonas de cultivo de hoja de coca. A eso se suma que se cometen otros delitos como el sicariato, la extorsión y el secuestro, los cuales provocaron una ola de violencia que deja como resultado la llegada de colombianos al Ecuador.

En las afueras de la Dirección de Refugio, Dioselina se apoya sobre un vehículo color vino y cuenta que huyó de Colombia hace un año. Se cansó de ser amenazada por la guerrilla y pandilleros, quienes rompieron la puerta de su casa en Puerto Tejada (Valle del Cauca) para extorsionarla.

Ante eso ahorró dinero, se despidió de su familia y cruzó el río San Miguel hasta llegar a Nueva Loja, en donde ha trabajado como empleada doméstica.

Ella no es la única que está preocupada por su situación migratoria. Norvey es otro colombiano de 40 años que vive en Lago Agrio desde el 2008 y pidió que le ayudaran.
Las uñas de sus manos lucen desgastadas ya que trabajaba como raspachín (recolector de hoja de coca) y ganaba USD 7 diarios, lo cual le permitía mantener a su familia.
Huyó porque lo amenazaron de muerte.

Recuerda que hace más de 14 años la gente del departamento del Putumayo (Colombia) se dedicaba a la siembra de hojas de coca en sus parcelas y terrenos pequeños para subsistir.

Pero cuando comenzaron las fumigaciones de glifosato, los campesinos comenzaron a abandonar sus tierras y él vino a Ecuador junto con su familia. Proviene del valle del Cauca, noroccidente de Colombia.

Según datos oficiales, la mayoría de solicitantes de refugio en Esmeraldas, Ibarra y Lago Agrio provienen de 21 departamentos del país del norte. A Lago Agrio llega gente de Putumayo.

Acceso a servicios

Acnur ha registrado que el 54% de personas refugiadas en Ecuador vive en las zonas urbanas, mientras que el resto permanece en las zonas de frontera “en regiones poco desarrolladas y aisladas, con limitados servicios básicos e infraestructura”.

También hay problemas de falta de empleo para quienes llegan del exterior y buscan asentarse en Ecuador.

Así lo vive el colombiano Orlando, de 56 años, quien no ha logrado obtener una plaza laboral fija. Tiene su casa en General Farfán, una localidad fronteriza ubicada en las orillas del río San Miguel.

Para mantener a su esposa e hijas, él se dedica a la venta de arepas y empanadas en un pequeño quiosco ambulante ubicado en el centro de Nueva Loja.

Decidió irse de su país cuando lo amenazaron. Ante la falta de oportunidades, Acnur coordina acciones, por ejemplo, con la red Socio Empleo y las cámaras de comercio para que se abran plazas de trabajo.

Ante eso, Acnur fomenta la formación de 80 promotores y ha entregado botiquines de primeros auxilios en las comunidades de acogida en frontera.
También ha coordinado la construcción de sistemas de agua segura.

A Dioselina le molesta no poderse quedar en el país y que deberá regresar a Colombia. Siente temor de retornar, pero lo único que la alienta es ver nuevamente a su familia.

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