Vivimos en constante crispación y no parece que las cosas puedan atenuarse por ahora. De ahí que para evitar que ella (me refiero a la crispación) nos liquide, sugiero una buena cura de música, realizada con cautela y moderación, porque no es aconsejable pasar de la convulsión a la calma.
Pola Suárez
Columnista
Es musicógrafa del Teatro Colón y columnista de música clásica de la sección Espectáculos de La Nación. En 1999 fue designada Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes. La Nación de Argentina, GDA .
1) Ante todo, no hacer un viraje brusco. Cuando usted sienta que no resiste más, no ponga una música serena. No es adecuada para curar de golpe la anomia. Empiece por algo violento, como ‘La consagración de la primavera’, de Stravinsky, cuya frenética excitación refleja la fuerza primitiva que nos acosa.
2) Después, puede venir el malambo de ‘Estancia’, de Ginastera. Tiene vigor, es una exhibición de poderío, es confrontativo. Nos acerca a nuestro campo y nos recuerda al gaucho.
3) Para no caer en una calma que a ella (la crispación) le resulte sospechosa, se puede seguir con la ‘Quinta sinfonía’, de Beethoven, donde, como reflejo meridiano del espíritu del autor, un verdadero torrente de fuerzas múltiples se entrechocan y nos sacuden, contagiándonos ese espíritu de lucha que ha marcado al sinfonismo. Pero al mismo tiempo, en los momentos de reposo, puede transmitir fraternidad y alegría de vivir por la bien ganada conquista de la grandeza moral.
4) Y ya nos acercamos más a nuestro objetivo. Estamos en condiciones de escuchar los hermosos preludios para piano de Debussy, como ‘Les collines d’Anacapri’, que nos habla del azul inmaculado del cielo napolitano, o ‘Terrasse des audiences du clair de lune’, para muchos el más bello de la serie.
5) Y ahora, el paraíso. Consulté a dos amigos, músicos, cuál era a su juicio la más “calmante”. Uno de ellos me habló de Chopin y Debussy, aunque todo creador puede darnos obras excitantes y otras de infinita calma. El otro eligió varias, entre ellas el Aria de la ‘Tercera suite’ para orquesta de Bach y el segundo movimiento del ‘Concierto para piano Nº 23’ de Mozart.