La mamposteria de una casa ubicada en la calle Jorge Washington (centro de Quito) se derrumbó por el sismo del 4 de septiembre del 2016. FotoS: Eduardo Teran/ EL COMERCIO
El sismo ocurrido la noche de ayer, 4 de septiembre del 2016, se produjo por el movimiento del sistema de fallas que atraviesa todo Quito, de sur a norte. En esta ocasión el temblor fue en la misma zona que el ocurrido el pasado 8 de agosto del 2016. No se han detectado réplicas hasta el momento.
Gabriela Ponce, jefa de turno del Área de Sismología del Instituto Geófisico, explica que el grupo de fallas tiene una longitud de 60 kilómetros. No hay una zona más vulnerable que otra, dice, el movimiento puede ocurrir en cualquier punto de la capital, ya que Quito se encuentra en una cuenca y al estar en esta posición, la cuenca tiende a amplificar las ondas.
La falla que ha ocasionado los dos últimos sismos tiene un componente inverso. Esto quiere decir que ambos bloques realizan un proceso de compresión y uno de ellos se va por encima del otro, en ese momento se produce el movimiento de la tierra.
En el Itchimbía, en el centro sur de Quito, el techo de una casa colapsó tras el sismo.
La relación con los cambios de clima no es una hipótesis comprobada científicamente. “Se ha dicho que siempre en agosto ocurren este tipo de eventos, pero por ahora podríamos llamarlo una simple coincidencia”, sostiene Ponce.
La falla actualmente se está moviendo pero no se puede predecir cuándo se producirá un siguiente temblor o qué tan fuerte será. No se descarta que la energía que liberó el terremoto del 16 de abril esté relacionada con este tipo de sismos.
Todo el país es vulnerable a fenómenos naturales, dice Ponce, por lo que las personas deben aprender a reaccionar en estos casos y estar preparadas para esta emergencia.