El silencio corrupto

Martín Pallares. Editor de la sección Política

La novísima doctrina de Rafael Correa sobre la comunicación tiene algunos postulados que vale la pena repasar. 

Uno de ellos dice que  si se publica una información errada es un acto de corrupción, porque se  miente al público.  Dice asimismo que  la información puede ser correcta pero a la vez   ilegítima porque se ha incurrido en lo que Correa  bautizó como la “verdad selectiva”, que más o menos significa que si un medio publica una cosa cierta y no otra es porque prefirió una verdad sobre la otra. Y eso hace    ilegítima a la noticia.
 
Este  razonamiento sirvió a Correa para argumentar  que lo que hizo El Expreso, cuando reveló los contratos de su hermano Fabricio fue verdadero, pero en esencia  ilegítimo y corrupto.

El que acepte esta doctrina debería aplicarla a todos los acontecimientos que tengan relación con la información pública, privada,  comunitaria o cualquier otra.

Estas últimas semanas se conoció, por obra y gracia de unos periodistas,  sobre un pavoroso y criminal derrame de aguas de formación (algunas veces mucho más tóxicas que el petróleo) en un campo petrolero operado por las fraternas Petroecuador y Pdvsa.
 
El derrame se lo mantuvo en el más completo secreto durante más de 15 días. Durante los primeros cuatro días  se regaron 144 000 barriles diarios de aguas de  formación y  aún no  se sabe si el pozo Shuara 24D sigue escupiendo su asquerosas substancias.

¿El señor Correa ha informado algo sobre el derrame?  ¿No se suponía que estos enlaces eran para hacer información ciudadana y verdadera? 

Este  silencio del Estado es  sin duda  corrupto y sorprende que el señor Correa, que tanto asco le produce El Universo, no haya tenido al menos  un pequeño disgusto estomacal con este derrame.

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