El último día de abril murió Ernesto Sábato en Santos Lugares ( Buenos Aires) a poco de cumplir 100 años.
Cuando dejó de escribir y leer por una afección en la vista se dio a la pintura. Sustituyó la palabra y su fuerza, que había sacudido conciencias y había llegado a la ternura, por la paleta y los pinceles. Para entonces ya había andado vida. Para entonces el honor y la gloria habían pasado a su lado sin envanecerle, sin cambiar su naturaleza profundamente humana.
Recuerdo que en el desaparecido Canal 13 de Quito del señor Bervorich pasaron muchas veces un programa de entrevistas de superior factura, especialmente por el contenido, en una época en que la técnica de televisión no se depuraba: Se llamaba La Torre de Babel. Fue un programa que televisó Panamericana del Perú los domingos de 1981. El conductor: Mario Vargas Llosa que entrevistaba a grandes plumas entonces consagradas (como luego lo fue el entrevistador referido que para entonces ya gozaba de buen predicamento). Pasaron por la pantalla figuras de la política y las letras ( Jorge Luis Borges, por ejemplo). Con Sábato al frente regalaban a los televidentes una magistral conversación, modelo de entrevista y de erudición sobre temas literarios y vivencias sustanciosas.
Ernesto Sábato fue escritor, humanista, físico – aunque suene extraño -. Sus obras recordadas ( Sobre héroes y tumbas 1961 )nos remontan a 1948 con El Túnel y la historia de María Iribarne, inolvidable, entrañable. En el plano de defensa de los derechos humanos en 1956, cuando estaba al frente de la revista Mundo argentino, denunció la muerte violenta de un grupo de partidarios de Juan Domingo Perón y polemizó con el general Aramburu que había derrocado al caudillo populista.
Su informe, Nunca Más, tiene 50 000 páginas de una de las historias más truculentas de represión y violencia de Estado en la dictadura militar de los 70’s cuya publicación resumida muchos leímos conmovidos y con los ojos empañados.
Defensor de derechos y libertades por encargo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), escribió estas palabras que se recogen en la internet:“Téngase en cuenta además, que esta forma de “censura”, la más arcaica y brutal de conculcar la libertad de prensa y la libertad de expresión, no sólo constituye la desaparición física del mensajero, sino también la del mensaje, la de la información, o sea la eliminación total del objetivo esencial del periodismo. He luchado durante toda mi vida en defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión, porque no tengo ninguna duda de que sin libertad de prensa no puede haber democracia. Y si considero ominoso e inaceptable que un periodista sea asesinado por la simple razón de estar cumpliendo con su deber de informar, también considero moral y jurídicamente inaceptable que tal asesinato quede impune”.