El Servicio Exterior

Hace poco, una revista dio cuenta de algunos cambios que el Gobierno ha puesto en marcha en la Cancillería ecuatoriana. Son numerosos y han dado como consecuencia la progresiva desinstitucionalización de la diplomacia. 

Desde hace 60 años, aproximadamente, se dio comienzo a un proceso de profesionalización del servicio exterior, a fin de que el país pudiera contar con un instrumento conocedor, experimentado y eficaz para la ejecución de la política internacional. Su Ley Orgánica fue aprobada en 1967. Se establecieron normas y condiciones para el ingreso a la carrera, un proceso de selección y un riguroso sistema de ascensos.

En 1987 fue creada la Academia Diplomática, institución encargada de la formación indispensable previa para el ingreso a la Cancillería, así como de la permanente preparación y perfeccionamiento de los funcionarios.

Gracias a ello, la diplomacia ecuatoriana empezó a destacarse como una institución moderna y eficaz. Varios países latinoamericanos pidieron al Ecuador asistencia técnica para organizar, modernizar o perfeccionar su diplomacia. Ecuador brillaba entonces al mismo nivel que Itamaraty (Brasil) y Torre Tagle (Perú).

Con el actual Gobierno las cosas cambiaron. Probablemente era necesario “destruir al Estado burgués” y, en consecuencia, a una de las pocas instituciones de la administración pública verdaderamente profesionalizadas: el Servicio Exterior.

Había que comenzar descalificándolo a los ojos del pueblo. Para ello, se tildó de ‘momias cocteleras’ a quienes lo integraban. Luego, se eliminaron los pocos controles que tenía el Presidente de la República para asegurar el acierto de los nombramientos diplomáticos, entre ellos el dictamen previo de la Junta Consultiva. Y, para evitar todo resquicio de independencia, se integró la Junta con una mayoría de Ministros de Estado y otros funcionarios públicos, desoyendo los preceptos legales vigentes.

Luego se reformó la Academia Diplomática incorporándola al IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales), sujeto también a una reforma que lo vinculará directamente a la Presidencia de la República. Además, se consideró insuficiente la facultad presidencial de nombrar una cuota política de Embajadores y se decidió que la cuota política se aplicara a todas las categorías del Servicio Exterior, desde embajadores hasta terceros secretarios, lo que volvió intrascendente a la Academia como puerta de ingreso a la carrera. 

Finalmente, se han designado, por contrato, más de 130 funcionarios extraños al Servicio Exterior -cuyos méritos personales no vienen al caso- y dándoles la nominación revolucionaria de ‘gerentes’ se los ha puesto a dirigir la ejecución de las decisiones presidenciales en política exterior, bajo la orientación, incluso, de asesores extranjeros.

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