Separados por los guerra, los niños iraquíes esperan a sus padres

Los jóvenes iraquíes, separados de sus familias durante las luchas entre las fuerzas iraquíes y los yihadistas del grupo Islámico (EI) alrededor de la ciudad de Mosul, son vistos usando tabletas en la sede de la ONG Tierra de los Hombres Italia, una organ

Los jóvenes iraquíes, separados de sus familias durante las luchas entre las fuerzas iraquíes y los yihadistas del grupo Islámico (EI) alrededor de la ciudad de Mosul, son vistos usando tabletas en la sede de la ONG Tierra de los Hombres Italia, una organ

Los jóvenes iraquíes, separados de sus familias durante las luchas entre las fuerzas iraquíes y los yihadistas del grupo Islámico (EI) alrededor de la ciudad de Mosul, son vistos usando tabletas en la sede de la ONG Tierra de los Hombres Italia, una organización de ayuda infantil, julio 16 del 2017 en la región de Debaga al sureste de Mosul. Foto: AFP

Adel, de 15 años, lleva nueve meses sin ver a sus padres en un campo de desplazados cercano Debaga, en los alrededores de Mosul. No le quedó más remedio para escapar de los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

“La ruta era larga, caminamos toda la noche, unas 14 horas”, recuerda este adolescente que llegó al Kurdistán iraquí tras huir de la ciudad de Hawija, controlada por los yihadistas, al sur de Mosul.

“Claro que echo de menos a mi familia, nueve meses es mucho tiempo”, declara Adel, que ha vuelto al colegio y en septiembre espera aprobar las asignaturas que ha suspendido. “Pero los profesores nos tratan bien. Aquí, ahora es como mi casa”.

Los combates en Mosul han provocado la huida de cientos de miles de civiles. Y actualmente, según Unicef, habría más de mil menores de 18 años separados de sus padres.

Uno de sus hermanos y varios primos se unieron a él. La oenegé Tierra de los Hombres Italia alberga a 17 adolescentes, entre ellos Adel. Les imparte clases de inglés, de informática y de deporte.

Téléfono y Facebook 

Un alegre alboroto reina en la sala en la que los chicos, con camiseta y corte de pelo a la moda, juegan con los dos futbolines y en la mesa de ping-pong.

Sin perder de vista el teléfono móvil, unos adolescentes se apoltronan en colchones a ras de suelo en el dormitorio colectivo adyacente, mientras que la televisión difunde música árabe a todo volumen.

En la cocina, tres adolescentes aprenden a cocer pan y ayudan a preparar el almuerzo.

Los padres de Adel se fueron de Hawija seis meses después que él, rumbo al campo de desplazados de la provincia de Kirkuk.

“El único medio de comunicación es el teléfono, y a veces Facebook”, explica el adolescente. “Cuando haya pasado mis exámenes, me reuniré con ellos”, declara.

Según Unicef, en Mosul hay más de mil niños “separados o no acompañados”. “Separado significa que están con familiares pero sin sus padres. No acompañados, que están solos”, precisa.

“Conocí a un niño de unos 7 años, que sufrió graves heridas en su mano izquierda por los combates. Estaba muy angustiado, no hablaba e incluso cuando le dimos un pequeño balón para jugar no lo tocó”, cuenta un responsable local del Fondo de la ONU para la Infancia, Maulid Warfa, citado en un comunicado.

Trastornos psicológicos

Según el coordinador del centro Tierra de Hombres, Abdelwahed Abdalá, los niños y adolescentes se exponen a trastornos psicológicos graves.

“Padecen estrés postraumático, o déficit de atención, la mayoría tiene trastornos del sueño causados por la ansiedad”, explica. “Algunos tienen un sentimiento de culpabilidad, porque ellos han escapado del EI, pero su familia no”, agrega.

No es el único desafío. En algunos casos deben reaprender principios básicos -detalla- como la convivencia con las niñas o que la música no es “haram”, es decir no está prohibida por la religión.

Ahmed, de 20 años, se ha refugiado en otro campo de desplazados de Debaga, con sus siete hermanos y hermanas pequeños (una tiene dos años).

Hace casi siete meses que se fue de Hawija, donde se quedaron sus padres. “Hablamos por teléfono, cada dos o tres días, no mucho, sólo cinco minutos”, declara Ahmed, de ojos color miel y pelo rizado.

“Allí, si encuentran el teléfono, pueden matarlos”, explica su hermano Abdalá, de 15 años, refiriéndose a los yihadistas.

Los mayores se arman de paciencia con los pequeños cuando reclaman llorando a sus padres. “Les digo lo que sea para que se callen, que vendrán hoy, o les doy dinero para que compren golosinas”, reconoce Ahmed. Señalan con el dedo a Sarah, una niña de dos años que se acerca tambaleante y risueña.

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