Seguro rico, Seguro pobre

El séptimo cambio de timón en el IESS durante los últimos ocho años da la idea de falta de rumbo en una de las instituciones clave y más sensibles en la vida de los ecuatorianos. La incertidumbre se agudizó esta semana, justamente cuando se realizó el relevo de Presidente del Seguro Social, con la polémica sobre la deuda que mantiene el Gobierno para la atención médica de los jubilados y de las enfermedades catastróficas de los afiliados.

Como delegado del Ejecutivo, el nuevo Presidente del IESS debe hacer un juego de equilibrio entre su función en representación de un Gobierno que pone en duda la obligatoriedad de un pago de alrededor de USD 1 700 millones por ese rubro y su cargo al frente de intereses de la entidad y sus millones de afiliados. Su antecesor en algún momento admitió la deuda aunque minimizó la urgencia de cobrarla. La representante de los trabajadores dijo que habían abierto un canal de diálogo con el Ministerio de Finanzas para hallar una fórmula de pago, pero a semana seguida el mismo Presidente negó la existencia de una obligación en ese sentido.

Tras este pulseo alrededor de los recursos para la salud, así como la intención del Gobierno de borrar su aporte del 40% a las pensiones de los jubilados, subyace la idea de que el IESS nada en dinero. Ciertamente es una entidad que capta buena parte del ahorro de los ecuatorianos y en el corto plazo no tendría problemas. Es una entidad rica a la que acude el mismo Estado cuando sus necesidades fiscales apremian.

Sin embargo ya hay proyecciones de posibles dificultades si no cuenta con el subsidio para cubrir en el futuro las pensiones de los jubilados, un sector social que ya vivió una experiencia traumática cuando vio cómo se evaporaban sus ahorros en la dolarización tras el descalabro bancario. Ellos son los más vulnerables, pero no los únicos afectados si las finanzas del IESS flaquean. Ni al Gobierno, que ahora quiere zafarse de las deudas, le conviene un Seguro pobre.

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