Las huellas de las llantas de una inmensa cargadora quedaron labradas en las calles polvorientas de la Cooperativa Sergio Toral III, en el noroeste de Guayaquil.
A su paso solo quedaron escombros. Cañas partidas, pedazos de tablas y clavos regados sobre la tierra eran los rastros de las endebles casas levantadas en la maleza.
Cerca de las 09:00 de ayer, unos 100 militares del Fuerte Huancavilca, acompañados por miembros de la Policía, retomaron los operativos de desalojo en el área decretada como zona de seguridad por el Gobierno.
Llegaron en 20 grandes camiones verdes. Estaban equipados con fusiles, cascos, chalecos y bastones de hule.Las casas deshabitadas fueron el objetivo, como la de Lenny Flores. Su vivienda, de paredes de madera oscura y techo de plástico, no tenía puerta. “Estructuras como estas recién han sido construidas. Todas las viviendas de este tipo serán derribadas”, dijo un delegado de la Intendencia de Policía, quien prefirió no identificarse.
La orden se cumplió pese a los ruegos de los moradores. “La vecina ya viene. Ella es cristiana, con los hijos de Dios no deben meterse”, suplicó Fernando Suárez a los policías, quienes no se inmutaron ante los ruegos. Colchones, camas, ollas, el cilindro de gas, la ropa colgada en los cordeles, el fogón aún caliente’ todo quedó bajo la custodia de la familia Suárez-Guzmán, en la casa aledaña, que observaba atemorizada el paso de la pesada y ruidosa pala mecánica.
Esa fue la primera casa que cayó. Dos horas después, unas 20 viviendas habían sido derribadas.
Ya Lenny Flores, de 39 años y madre de dos niñas, había llegado y no dejaba de sollozar.
Los vecinos, como el artesano de joyas Manuel Suárez, robusto y expresivo, la ayudaban a buscar, entre los escombros el recibo, la única constancia de que compró el solar de 8x 6 metros.
“Pagué USD 600 dólares a la dirigente Angélica López, quien trabajaba con el abogado Sergio Toral”, explicó Flores.
Desde la ventana de su casa, Eugenia Zambrano no pudo contener las lágrimas. “Esto es un campo de batalla, estamos rodeados. Pero solo somos gente humilde”, repitió, desesperada.
En la mañana, los uniformados, serios y resueltos, recorrieron todos los callejones del sector.
fakeFCKRemoveEn cada esquina las historias se repetían. Blanca Lituma compró hace cuatro años un solar. Pagó USD 800. “Me lo dieron más barato, como una donación. Lo compré a Angélica López”, y señaló una villa de cemento, donde al parecer operaba la oficina de la dirigente.
Hasta hace tres semanas, dijo un morador que pidió que no lo nombraran, todos los vecinos de la Sergio Toral III pasaban por la oficina de López.
Ahí retiraban los recibos por el pago mensual de sus terrenos. También USD 1 a la semana por guardianía. Pero desde que el presidente Rafael Correa anunció la guerra a los supuestos invasores de tierras en Guayaquil, la oficina permanecía cerrada.
Desde entonces, cerca de 600 militares armaron un campamento en la vecina cooperativa Elvira Leonor. El fin de semana pasado, ese sitio fue el punto de conflicto, en el cual los hombres y mujeres se enfrentaron con los militares por defender sus lotes.
Sin embargo, ayer, los moradores del sector dejaron sus filudos machetes a un lado para recibir los servicios enviados por el Gobierno. La vecina cooperativa Marcos Solís se convirtió en una feria ciudadana. Vivienda, Salud, Registro Civil. Todas estas entidades armaron improvisadas oficinas bajo tres grandes carpas.
La frase “La salud ya es de todos” resaltaba en la fachada de una estación móvil de Salud. Hasta el mediodía, los médicos atendieron a 160 personas. Y cada vez llegaban más. “Después del susto del desalojo nos atienden. Solo queda aprovechar la situación”, dijo Fanny Piguave. Ella esperó una hora bajo el sol, mientras su hijo cuidaba el solar de la familia.
El tecleo constante de una vieja máquina de escribir resonaba junto a los consultorios. Sobre una mesa plástica, un delegado de la Comisaría Quinta de Policía armó su escritorio para receptar las denuncias en contra de los presuntos terratenientes.
Ángela llegó con varias papeletas marcadas con un sello y el nombre de Sergio Toral. Con algo de temor firmó los dos papeles de la denuncia. “Tenemos miedo a venganzas, pero no hay otra opción. Nos dicen que sin denuncia no hay reubicación”.
Las ofertas de vivienda están entre las prioridades del Gobierno. Bajo una de las carpas, cientos de moradores, portando la cédula de identidad y los recibos de pago de los predios, hacían fila para un el censo del Miduvi.
Carlos Yagual, técnico social del Miduvi, dijo que se levantarán 6 000 casas en Ciudad Victoria, cerca del Botadero de Las Iguanas. “Por esta vez se entregará un bono de USD 7 500 para que la gente construya sus casas, una vez que dejen los solares. Jéssica Landázuri, una afroecuatoriana, dijo que su sueño es bañarse en una ducha decente, como todos, y tener una casita con jardín.
Quito
‘El taxista fue el cómplice del asalto’
Ángel Moreno
víctima de la delincuencia
Soy relojero y conozco de la inseguridad en la ciudad, los robos y asaltos. El viernes 7, a eso de las 23:30, salí con un compañero de la reunión de la Asociación de Artesanos. Hicimos parar a un taxi, para evitar caminar por la calle, pero por estar entretenidos en la conversación no nos percatamos de quién era el chofer. Teníamos que trasladarnos del norte al centro, a nuestras casas en San Blas y El Tejar.
Apenas arrancó, empezó a hablar por celular con alguien y decía que se apuraran porque ya estaba en camino. Hasta que a la altura del Ministerio de Economía (centro norte), hizo un desvío imprevisto y dijo que era porque en el parque El Ejido estaban haciendo requisas.
Pero repentinamente frenó con brusquedad y las puertas del carro se abrieron. De ambos lados aparecieron dos personas que nos apuntaban con armas de fuego.
Sentí pánico e impotencia, pensé que nos podían matar. Como si ya sabían dónde tenía mi dinero, me rebuscaron en el bolsillo de la camisa y me quitaron 90 dólares que tenía.
Enseguida empezaron a amedrentarnos con insultos y encima nos botaron gas lacrimógeno en la cara. Hasta ahora tengo quemado el rostro. Sin poder ni abrir los ojos, no sabíamos qué hacer. El taxista, de quien estoy seguro fue el cómplice, nos abandonó cerca de la iglesia del Perpetuo Socorro, allí todo estaba oscuro.
Con miedo de que nos asaltaran otra vez, llamamos al 101 de la Policía y nos respondieron que en cinco minutos llegaría un patrullero a auxiliarnos. Pero nunca apareció. Volví a llamarles y la operadora respondió que no le molestáramos porque estábamos borrachos.
La próxima vez seré más precavido para ver en qué taxi me subo, llamaré por teléfono para estar seguro de que no sufriré otro asalto.
La propuesta
Fernando Sempértegui
Ex decano de la Facultad de Medicina de la U. Central
‘No temer a la denuncia’
El problema de la inseguridad se ha vuelto dramático en el Ecuador, tanto en las ciudades como en los campos. Por ello, esta situación debe provocar una movilización social, para controlar este problema. La idea es que nuestro país recupere los términos de la convivencia pacífica que tanto anhelamos.
Esta movilización social implica a todos los actores de la gestión pública y las organizaciones de la sociedad civil.
Todos estamos llamados a cumplir un papel activo contra este mal severo, como es la delincuencia y la inseguridad.
Además, creo que lo peor que puede pasar en una sociedad es que la delincuencia nos someta por el miedo. En el momento en que todos temamos acudir a denunciar estos hechos simplemente estamos renunciando a un derechos fundamental que es vivir en seguridad y paz. Y si renunciamos a ese derecho permitimos que la delincuencia se tome todo el espacio de la sociedad y nos someta.
Es importante que los medios de comunicación promuevan una actitud adecuada en toda la sociedad, para que se hagan las denuncias sin temor alguno.