Hace tres meses decidí realizar una reunión con mi hermana y mi cuñado en mi casa. Cada viernes nos juntábamos mi familia y la de él. Comíamos y tomábamos cervezas. En esa ocasión la reunión se extendió hasta la madrugada. Como él estaba ya pasado de copas, decidí ir a dejarlo a su vivienda en su mismo automóvil.
Lo dejé en su casa. Luego regresé a mi domicilio que quedaba unos 10 minutos desde ese punto. Eran las 03:00 aproximadamente, en el sector de Los Pambiles. No había nadie a esa hora en las calles. Todo estaba silencioso.
Sentía un poco de temor. Andaba con cuidado y estaba listo para correr si aparecía un ladrón. Para mi mala suerte no se apareció ni un taxi para que me lleve a mi casa y me saque lo más rápido de allí.
De pronto, tres personas altas me sorprendieron tomándome por la espalda. Uno me sostuvo por los brazos, otro me agarró del cuello y uno de ellos se puso en frente de mí apuntándome con un cuchillo.
Mientras buscaban en mis bolsillos algo de valor me insultaban. Revisaron todos los bolsillos y mis papeles. Creo que querían ver si tenía tarjeta de débito para llevarme a sacar el dinero. Yo les decía que se tranquilicen. No iba a oponer resistencia al atraco. En esa situación uno no puede ponerse de héroe. Les dije que se llevaran todo. Y así lo hicieron. Me quitaron USD 100, un reloj que fue regalo de mi hermana que vive en Europa y el celular.
También tenía dos anillos de oro en mi mano izquierda, los de matrimonio. Por suerte no se percataron porque sino ellos hubieran sido capaces de cortarme los dedos porque eran anillos que me quedaban muy apretados.
El robo duró menos de tres minutos. Me volvieron a amenazar diciéndome que siga caminando para el frente y que no regrese a ver, de lo contrario me matarían.
Lo peor viene después porque uno queda como nervioso. Siempre se sospecha de toda la gente.