Las camionetas con agentes de las unidades especiales de la Policía recorrían en baja velocidad las calles de El Panecillo, un barrio del Centro Histórico de Quito. Vestían trajes de camuflaje gris, cascos negros de metal y portaban fusiles.
La vigilancia aumentó luego de que el 12 de marzo, en La Colmena, La Libertad, El Panecillo, Los Dos Puentes y La Marín fueran arrestados 14 presuntos líderes de dos organizaciones familiares.
Según informes de Inteligencia, estos dos grupos no son los únicos que operan en Quito, pues existen otras tres redes delictivas y que sus bases de operación se encontrarían en el sur de la capital.
[[OBJECT]]Un agente encargado de las investigaciones confirmó que esas bandas se llaman Tixicuros, Los Picudos y Los Picas. Y, al igual que las dos mafias desarticuladas por la Policía, estas también operan en los valles de Tumbaco, Cumbayá y Los Chillos. Su modalidad es ingresar a las casas, amedrentar a las personas que se encuentran en estas y apoderarse por la fuerza de objetos de valor como electrodomésticos, joyas y dinero.
Los datos del Sistema de Información para la Gobernabilidad (Sigob) refieren que el robo y asalto de viviendas es uno de los delitos que más afecta a Quito. En el 2011, Quito reportó 2 724 robos de viviendas frente a 1 397 que registró Guayaquil. En los dos primeros meses del 2012, en la capital se denunciaron 366 hechos y en Guayaquil sumaron 334.
El ambiente en El Panecillo y La Colmena es de aparente tranquilidad luego de los operativos desplegados por la Policía. Un hombre que estaba en su local comentó sobre las dos familias detenidas: “Este barrio (La Colmena) es de gente buena, los malos son ellos (…) Causan daño y amedrentan a la gente. Una de sus costumbres es cobrar deudas ajenas a cambio de un porcentaje de estas y, si el deudor no les paga cuando se les pide el dinero, lo agreden físicamente en su vivienda”, relata.
En El Panecillo la situación es similar. Otra persona que por 40 años ha vivido en ese sector cuenta que los moradores se acostumbraron a vivir con una de las organizaciones familiares detenidas el 12 de marzo. Narra que para trabajar con tranquilidad, los propietarios de los locales comerciales pagaban dinero a los emisarios de esta organización.
“A la dueña de un local le pidieron USD 278 al mes y lo mismo sucedió con los conductores de unos taxis a quienes les piden USD 10 mensuales”, relata otro vecino que no reveló su identidad. Y añade: “ellos hacen eso desde siempre y nadie reclama por temor a las represalias”.
“Los comerciantes somos extorsionados en los mercados. Nos obligaban a que les pidamos dinero a cambio de un puesto para trabajar. En la práctica nos dicen tome estos 500 dólares y tiene que pagarme al 10% mensual. Caso contrario, no trabajas acá”, contó una persona.
Los vecinos dicen que la operación de la Policía tranquilizó a los moradores de las zonas afectadas, pero se preguntan si los prisioneros van a permanecer en prisión.
“¿De qué nos sirve que sean detenidos si salen rápido de la cárcel y vuelven con más violencia?”, se preguntó uno de ellos.
El reporte policial indica que las otras tres bandas que aún no han sido desarticuladas actúan con la misma violencia que las dos que fueron aprehendidas en Quito.
Agrega que para los robos y asaltos de casas, estas mafias operan en barrios de clase media-alta.
Un uniformado de la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado (ULCO) indica que las tres bandas están identificadas, pero la Policía espera que los perjudicados presenten las denuncias y que eso ayudará a corroborar la forma en que operaban y los sitios donde lo hacían. A esto se suma, según datos de Inteligencia, que todavía existen pequeñas células que operaban con las dos agrupaciones detenidas el 12 de marzo.
“Son 90 personas identificadas, pero han sido detenidas 40. Todavía hay que investigar el caso, pero ahora están disminuidos, porque les va a costar reagruparse y salir nuevamente”, menciona el uniformado. La dos redes familiares operaban con pequeñas bandas de arranchadores y asaltantes.
“Si un comerciante de alimentos que trabaja en la calle logra vender 6 ó 7 dólares al día, tiene que pagar 2. No le queda más, porque de lo contrario se mete en problemas”, cuenta un vecino.
En La Colmena y El Panecillo la gente tiene miedo de hablar. Cuando se le pregunta por el operativo del 12 de marzo prefieren callar. Otros dicen que es mejor así, para evitar problemas.