Hasta el mediodía de ayer, la salud de Marco G. era estable. Incluso, según uno de sus familiares, el policía aprovechó la visita del ministro del Interior, Alfredo Vera, para reclamarle porque no se protegió su identidad ante posibles represalias de mafias.
La madrugada del sábado, él y su compañero, el cabo primero Darwin Anrango, fueron atacados por posibles narcos en la población de Píntag (afueras de Quito). Luego de ese hecho se difundieron su nombre y su fotografía.
Tras ser hospitalizado, resistió a una reconstrucción del rostro, como consecuencia de las heridas que le produjera el impacto de una bala. La cirugía duró 7 horas.
Ayer Jaime G., uno de sus familiares y quien lo acompaña desde que fuera hospitalizado el sábado, dijo que la familia siente temor de sufrir ataques. Más aún cuando se enteró que quienes estarían detrás de este hecho serían miembros del cartel mexicano de Sinaloa.Ayer, el juez de flagrancia, Juan Pablo Hernández, que la noche del sábado actuó en la audiencia de formulación de cargos en contra de dos detenidos en ese caso, dijo que la Policía argumentó que los apresados tienen vínculos con esa mafia. Aunque el ministro Vera y el general Nelson Argüello, inspector general de Policía, coincidieron en que no se quería adelantar nada sobre quienes son los responsables, mientras no se tengan los resultados de las investigaciones.
Vera anunció que se reactiva el sistema de recompensas para quienes entreguen datos sobre los asesinos del agente Anrango.
Aunque de joven su aspiración era ser tecnólogo médico, Marco G. entró a las filas de la Policía hace más de 22 de sus 43 años.
Esa decisión había sorprendido a la familia, aunque la entendieron ya que fue su alternativa al truncarse sus estudios universitarios ante el cierre en ese entonces de la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad Central.
Por eso decidieron apoyarlo, incluso en la actual situación. Marco se convirtió en referente para otro familiar, quien también decidió hacerse policía y justo él fue quien, en Guayaquil, recibió primero la noticia de que el agente estaba herido.
Durante su huida, el policía antinarcóticos logró llamarlo y este a su vez se comunicó con uno de los compañeros de Marco G. y con los familiares, para alertarles de lo que había ocurrido.
Allí empezó una angustiosa búsqueda por diferentes sectores de Píntag. Se trasladaron a la zona en varios vehículos y Jaime G. recuerda que en el trayecto se toparon con una persona herida, pero que a su regreso ya no estuvo en el sitio. También tuvieron un gran susto al encontrar al agente Darwin Arango, tendido en el piso y con su rostro destrozado, producto del impacto de bala. “Como todo estaba oscuro, con una linterna tratamos de ver el rostro de la persona muerta y vimos que no era nuestro pariente. Entonces seguimos buscándolo”.
Hasta que a eso de las 03:00 les avisaron que Marco G. ya había sido localizado y trasladado a una casa asistencial.
Ya algo recuperado en su salud, el policía contó a su familia la odisea que vivió. Fueron descubiertos y emboscados por los presuntos narcotraficantes, mientras vigilaban una mecánica en Píntag en donde estaba parqueado un tráiler con cargamento de droga. Además que los desconocidos rompieron las seguridades del lugar para llevarse el vehículo. Lejos de allí, dispararon a los agentes y los abandonaron.
Al percatarse de que esas personas se alejaron, Marco acudió a varias casas del sector, incluso hasta la Unidad de Policía Comunitaria, a pedir auxilio. Solo en una vivienda le prestaron un teléfono para hiciera una llamada.
Enseguida, ante el temor de ser perseguido, se adentró en unos matorrales camino hacia la vía principal, hasta que lo socorrieron. Un familiar dice que no lo abandonarán, pese al peligro que afrontan. Agentes vigilaban ayer los pasillos y la entrada a la habitación donde se recupera. Solo algunos familiares y personal médico podían ingresar.
En tanto, Hernández indicó que “el fiscal encontró elementos suficientes para iniciar la etapa de instrucción fiscal por el delito tipificado en el artículo 450 del Código Penal: asesinato a un policía de la Unidad Antinarcóticos de Pichincha. En tal virtud, confirmé la prisión preventiva”.
Una de las pruebas halladas fue una camioneta Ford 150, la cual supuestamente pertenece a uno de los detenidos. Explicó que testigos de los hechos confirmaron que el vehículo estaba en el lugar del crimen y “se llegó a establecer que esa era la camioneta”.
El otro aprehendido era conductor del carro. También se estableció que hubo un enfrentamiento armado entre los uniformados y los agresores. Por eso, “un miembro de la banda falleció y fue botado en Lumbisí (periferias de Quito)”, precisó el juez.
El conductor fue arrestado en una lavadora de vehículos ubicada en el norte de Quito. Al dueño lo capturaron en un conjunto habitacional, por la misma zona.
Este último señaló que prestó la camioneta el día anterior a la persona que apareció muerta en Lumbisí, quien le había llamado el día anterior al asesinato del policía para pedirle el carro.
Hernández indicó que el dueño del automotor tiene relación con un envío de dos toneladas de droga que fuera hallada en Guayaquil. Además, tiene antecedentes penales y está con orden de detención por el Juzgado 26 del Guayas, por tráfico.
A inicios de este año, la Fiscalía de Perú señaló que en la frontera entre ese país y Ecuador operaba un grupo vinculado al cartel de Sinaloa. Sin embargo, las autoridades policiales ecuatorianas negaron este hecho.