María A. (nombre protegido) Víctima de la inseguridad.
No había nadie en la parada de buses del sector El Rosal, en Santo Domingo. Era temprano; como las 05:00. Tenía previsto ir al mercado general para hacer compras de mi negocio.
De repente, observé acercarse una motocicleta. No recuerdo bien el color, pero creo que era negra. El conductor tenía una chompa para la lluvia con capucha, botas y una gorra. Se detuvo frente a mí de forma súbita. Entonces me mostró un arma de fuego.
Casi simultáneamente me dijo que le entregara el teléfono celular. Yo me asusté. En un principio no supe qué hacer. Pero luego me armé de valor y le respondí que no tenía celular. Era la verdad. Yo no uso esos aparatos. Apenas tenía lo de los pasajes y lo de las compras del día.
El delincuente no me creyó. Con la mano que tenía libre quiso requisarme. No me dejé y comencé a insultarle. Pedía a Dios que no disparara. Para entonces algunos conductores ya habían pasado por el sitio. Vieron que me estaban asaltando, pero ninguno paró para auxiliarme.
Luego de unos minutos el delincuente me empujó e insultó. Hizo sonar el motor y se fue del sitio. Por suerte no me robó nada.
Cuando comenté lo ocurrido a mis familiares y vecinas, me dijeron que no había sido la única víctima de este sujeto. Antes ya lo habían visto por el barrio. De hecho dicen que siempre se lo ve a esas horas de la mañana.
No puse la denuncia porque debía atender mi negocio. Además no me quitó nada. Esta vez yo corrí con suerte y no me pasó nada. Pero qué tal si disparaba el arma o mientras forcejeábamos salía un disparo. Otro hubiera sido el desenlace. No quiero que pase una desgracia de esas para que las autoridades hagan algo.