Hace cinco meses, mientras iba en un taxi, vi como un desconocido se subió al balde de madera de la camioneta que iba adelante y empezó a hurgar entre la caja de herramientas.
El taxista me hizo caer en cuenta que era un ladrón que se aprovechaba de que el balde de la camioneta tapaba la visibilidad al conductor para robar.
No lo podía creer. Le dije al taxista que por favor pitara para que el conductor de la camioneta se diera cuenta de lo que estaba pasando, pero no accedió por temor a que el ladrón hiciera algo en su contra.
De repente el auto de adelante se detuvo. El semáforo se puso en rojo y sin pensarlo me bajé del taxi y le avisé al conductor que le estaban robando. El señor primero no me creyó, pero de pronto se escuchó al desconocido insultándome, mientras se bajaba de la camioneta.
El conductor se bajó de la camioneta con la intención de interceptar al ladrón. Pero fue muy tarde porque este ya había emprendido la carrera, no sin antes insultarme y gritarme que me las vería con él.
Fue un momento horrible, en principio pensé que no hice bien al meterme entre el ladrón y la víctima, sobre todo porque me amenazó. Pero creo que cumplí con un deber ciudadano, ya que por quedarnos con los brazos cruzados y no hacer nada ante la delincuencia es que el país está más inseguro.
Han pasado cinco meses desde ese día y no niego que me da miedo encontrarme con quien me amenazó. Sin embargo, no me arrepiento de haber alertado al señor al que le estaban robando.
Mi familia aún está preocupada y por eso mis hermanos y mis padres tratan de acompañarme cuando salgo de la casa a comprar a la tienda o a la parada del bus.
Incluso me reprocharon lo que hice, pero yo les dije que esa fue una forma de desahogarme ante tanta impunidad y ante tanta permisividad que existe en las calles.
Una de las causas por las que estamos viviendo con tanta inseguridad es que no confiamos en los demás. Andamos en las calles, en los buses sospechando de todos los que nos rodean y eso es porque nos hemos dejado amedrentar de los delincuentes.
Si puedo hacer lo mismo otra vez lo haré. No creo justo que los ladrones se aprovechen del miedo de los ciudadanos.
Aún recuerdo lo que me dijo el conductor de la camioneta “niña es usted muy valiente, no se hubiera arriesgado por una caja de herramientas, pero le agradezco su valentía”.
Creo que no importa tanto el valor de los objetos robados. Pero si es importante saber que vivimos en una comunidad que aún piensa en el otro.