El filo del cuchillo hirió los cinco dedos. La mano derecha se llenó de sangre y José L. comenzó a perder fuerza. Tiene 38 años y hace seis meses dos hombres lo asaltaron en el auto en que en las noches trabaja como taxista informal.
Era viernes, a las 23:00. Los desconocidos pararon el vehículo frente al mercado municipal Cotocollao (calle Bellavista, en el norte de Quito) y pidieron que los llevara al sector de La Y.
Cuando avanzaron unas cinco cuadras pidieron que tomara otra ruta. El conductor no obedeció y uno de ellos lo amenazó con un cuchillo. José L. intentó quitar el arma, forcejearon, pero el chofer quedó herido. Las suturas aún están visibles. Son nueve puntos y profundos. “Siempre ha sido peligrosa esta zona, pero ahora es más”, cuenta el taxista.
Estadísticas del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana revelan que en Cotocollao en el 2009 oficialmente se registraron 29 asaltos a personas. En el 2010 subió a 38 y en los cuatros primeros meses de este año van seis casos.
En el barrio La Ofelia, también en el norte de la ciudad, los índices delictivos muestran similares índices (ver cuadro). Un agente dice que la mayoría de afectados no denuncia.
Desde el asalto, José L. lleva un bate para defenderse y él tampoco presentó una acusación. El pasado martes, un poco antes de las 22:30, este taxista identifica a los delincuentes que operan en La Ofelia y Cotocollao. “Ya son conocidos. Son grupos de tres o cuatro. Allí va uno”, dice. El hombre al que lo señala es flaco y pequeño. Se cubre con una capucha y viste pantalones con bastas anchas que tapan hasta los zapatos.
En una esquina, cerca de la parada La Delicia de la Metrovía, el hombre saluda con otros dos. Esperan en un lugar oscuro. 10 minutos después se acerca otro hombre alto y gordo, le entregan un pequeño sobre y se despiden.
“Esos son los que venden droga todos los días”, dice otro taxista que trabaja en un auto informal. Las estadísticas del Observatorio indican que en los dos barrios otros delitos frecuentes son los robos de domicilios y personas.
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El subteniente Gustavo Yépez es uno de los oficiales que opera en la Unidad de Policía Comunitaria de Cotocollao y con su personal ha detectado una nueva modalidad de robo: organizaciones de tres o cuatro personas actúan en vehículos y asaltan a los transeúntes. El pasado martes, Yépez comandó patrullajes nocturnos.
De pronto el patrullero se detiene en la Vaca de Castro, una vía desolada a la medianoche. En la acera cuatro hombres permanecían junto a una puerta metálica. Un policía da una orden tajante: todos a la pared con las manos arriba. Nadie habla. Comienza el cacheo. ¡Solo estamos bebiendo! alcanza a decir uno. En las mochilas cargaban botellas de cervezas. “Esta es una forma de precautelar que los delincuentes no asalten incluso a los que beben en las calles”, dice el subteniente Yépez.
Las secuelas de asaltos y robos se cuentan a diario en el Pablo Arturo Suárez, el hospital público que cubre el norte de Quito. El doctor Mario Panchi es jefe de emergencias de la casa de salud y el fin de semana del 21 y 22 de mayo registró nueve personas apuñaladas. El galeno sostiene que cada mes al menos una persona muere por ataques en hechos delictivos. “Vienen con heridas mortales, son heridas cardiorrespiratorias o torácicas. Pero también tenemos problemas con los dulces sueños y por heridas de armas de fuego”.
En la Fiscalía de la Administración Zonal La Delicia y con cobertura en barrios como La Ofelia y Cotocollao, las denuncias más frecuentes son por estafa, robo a personas y a viviendas. Esta información fue confirmada por el fiscal coordinador de la oficina norte, Luis Tapia. En estas zonas, los vecinos no saben sobre las operaciones que montarán las unidades élite de la Policía. El anuncio de este nuevo mecanismo para afrontar a la inseguridad lo hizo el 17 de mayo el ministro del Interior, José Serrano. El subteniente Yépez dice que los agentes especializados actuarán según la disposición de fechas y por peticiones de los jefes de las zonas.
Mientras eso ocurra –dice José L.- el peligro está latente. Los hombres que él señaló siguen en la esquina. Alfredo Díaz, administrador del mercado municipal Cotocollao, sostiene que estos grupos pasan siempre por los alrededores de este lugar de expendio. “Nosotros no podemos intervenir, pero cuando los vemos los corremos. Es más, entre ellos mismo se apuñalan”.
El taxista añade otro comentario: “Roban a todo el que pasa y no tienen compasión de nadie. Pero tampoco la gente no ayuda”. Un hombre camina solo por la calle Bellavista, pero cuando debe pasar junto a los desconocidos que están cubiertos con capuchas, cruza al frente y continúa. Los hombres siguen en la esquina.