Con piratas que enfilan fusiles AK-47 para reducir a los pescadores en alta mar y cargar droga en los barcos. Con el paso de 120 toneladas de cocaína al año por las fronteras ecuatorianas, según Estados Unidos. Con el Pacífico tomado por carteles mexicanos.
Con ese escenario pintado en un reportaje del diario El Universal de México, Ecuador es presentado a escala global en un trabajo premiado por el Ortega y Gasset.
Hay hechos. El país está en medio de dos productores de coca, Colombia y Perú. La Unodc en su último Informe Mundial sobre Drogas concluyó que Ecuador es un centro de tráfico marítimo de cocaína.
Para el Gobierno, la seguridad es un tema prioritario desde el 2010. Y las cifras lo corroboran.
Entre 2011 y 2013 la tasa de homicidios bajó 8 puntos, hasta llegar a 10,87 crímenes por 100 000 habitantes.
El decomiso de droga creció 215% entre 2011 y 2013, cuando se requisaron 57 toneladas. La población carcelaria aumentó 43% entre 2011 (cuando se reportaban 16 704 presos) y 2013. Un éxito en materia policial.
El Ministerio Coordinador de Seguridad levantó el proyecto ECU-911 y lo puso a operar con 10 centros de monitoreo para 18 provincias. Pero la tecnología instalada, que permite realizar video vigilancia en las calles, no es del todo útil contra la violencia intrafamiliar ni para atender a los consumidores de droga, un tema delicado en un país de tránsito de cocaína.
Estos temas son parte de la tarea pendiente en seguridad. Otro es la Inteligencia en la frontera para detectar la actividad criminal. Como Fernando Cordero ha dicho, cualquiera que llegue al Ministerio de Seguridad debe superar la huella de su antecesor, Homero Arellano. Y Cordero tiene el desafío de hacerlo, no solo con asesores de alto nivel, sino a la cabeza de una coordinación estatal que incluya al Frente Social.
Porque el objetivo de lograr una cultura de paz requiere más educación, salud e inclusión y no solo Fuerza Pública. El país requiere de una política integral de seguridad.