Malas noticias. Al Ejército le inquieta el narcotráfico; que sin correctivos adecuados este pueda, en corto o mediano plazo, “desbordarse del control gubernamental y caer en índices de violencia extremos, obligando al Gobierno a tomar medidas como la intervención de FF.AA.”.
Echar mano de la artillería militar para combatir al crimen organizado es una estrategia que amerita pies de plomo. La administración de Felipe Calderón en México hizo esa apuesta y no cosecha éxitos luego de un lustro.
Entre la población mexicana la sensación de miedo se disparó. Un 54,2% de ciudadanos sentía inseguridad en su entidad federativa en el 2005. Al 2011, esa percepción tocó al 70% de habitantes (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).
El jefe del Comando Norte de EE.UU., Charles Jacoby, enfatiza que los militares mexicanos realizan la “estrategia correcta” en su combate a los líderes de los carteles. Mas, admite su escaso efecto en la reducción de la violencia.
Las nueve líneas que el Ejército dedica al tema son preocupantes. Que Ecuador cuente con eficientes resultados en lo policial (la captura de grupos que sembraban zozobra en Quito se aplaude), en lo judicial y en lo legal es un paso.
Pero que no haya que contar muertes de civiles para empezar a debatir, como en México (60 000 caídos en un lustro), que la millonaria inversión en educación, salud, infraestructura son el mejor combate al crimen, si este tiene como base no la buena fe, sino una política integral de seguridad.