Los tres hombres la sacaron de la casa en pijama, esposada y la golpearon. Un sábado por la mañana hace 3 años, timbraron a su puerta.
“Los tres eran altos y gruesos”, dice Claudia (nombre protegido). A la fuerza la llevaron luego de golpearla con un palo en la cabeza y en la espalda. Los hombres la introdujeron dentro de un vehículo con los ojos vendados.
Después de varias horas llegaron a un bosque tropical. Le sacaron la venda y el panorama fue “aterrador” para la joven de 29 años. En unas palmeras estaban personas sujetadas con esposas, les ponían corriente eléctrica y les lanzaban agua fría. Eran homosexuales.
Claudia relata que unas semanas antes de aquel día les reveló a sus padres que era lesbiana. “En un afán por ‘componerme’ mi padre pagó a un supuesto centro de rehabilitación para homosexuales para que me internaran”.
En un bar gay de Quito, Claudia se divierte con sus amigas lesbianas. Con la cabeza baja narra del tema, y a pesar de que aún siente dolor quiere contarlo, “así de pronto evito que alguien más pase por eso”, dice con angustia.
Un estudio de la Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas (OEML) indica que el 46,8% de las mujeres encuestadas (47) ha sido víctima de manifestaciones de lesbofobia.
De ese porcentaje, el 29,8% ha percibido el rechazo con frecuencia. “Este tipo de casos no solo se dan en las familias, se viven en las calles, mientras una camina, ya sea por cómo se viste, por cómo actúa o por expresar su afecto hacia otra mujer en público”, manifiesta Sandra Álvarez, presidenta de ese organismo.
La OEML, uno de los mayores grupos de activistas lesbianas en Ecuador, tiene cerca de 350 miembros en Quito. Pero hasta para formar esa fundación, sus dirigentes dicen haber pasado por atropellos debido a su orientación sexual. Álvarez cuenta que al principio esta era una entidad solo de mujeres, que defendía los derechos del género. Sin embargo, sus compañeras decidieron relegarla de su cargo de directora por ser lesbiana. “Se enteraron que tenía una relación con una de las trabajadoras y dijeron que no podían tener a un ‘hombre’ al frente de la organización”.
Pero esa no fue la primera vez que Sandra fue discriminada por ser gay. La expulsaron del colegio cuando tenía 15 años por la misma razón. “Estudiaba en un plantel de monjas y antes de que me diera cuenta ellas ya sabían que era lesbiana. Dijeron que era mala influencia para las alumnas”.
En el libro ‘Mujeres Lesbianas en Quito’ se indican cuatro principales razones para que se produzca la lesbofobia. De 200 mujeres, el 90% respondió que se debe a influencia religiosa y a mitos.
“No es fácil para las mujeres que vienen aquí (la Fundación) afrontar su situación ante sus familias, amigos, compañeros de trabajo. La discriminación es evidente cuando se revela la orientación sexual, piensan que somos como hombres, nos aíslan las mujeres y los hombres nos insultan”.
Casos de atropellos o abusos contra lesbianas tampoco se registran en la Policía y en la Fiscalía, solo lo hacen las fundaciones.
Claudia se abre paso en la discoteca gay entre hombres, se sienta en su mesa y dice: “este es el único lugar donde no recibo ofensas por ser lesbiana. Aquí los hombres no me miran mal y las mujeres no me desprecian. En la mayor parte de lugares sí lo hacen”.
Toma un poco del margarita que sostiene con la mano izquierda. Al observar el vaso, ella recuerda los insultos que le decían los guardias de la clínica donde permaneció dos años. “Si esta ha sido ‘chueca en todo’, aquí te vamos a componer, te vamos a hacer alguien porque no eres nadie”.
La torturaban, le rompían sillas en las espalda, no le daban de comer en días y la bañaban en agua fría. La madre de un amigo que fue a visitarla le contó a su madre los maltratos que recibía y la sacaron del lugar. El 86% de las mujeres de la Fundación argumenta que en el barrio y en el núcleo familiar es en donde más han reportado casos de discriminación por su orientación sexual.
“Las heridas y resentimientos que causa el rechazo por la homosexualidad se quedan marcadas en una persona”, relata Patricia Montenegro, psicóloga que ha realizado terapias para los GLBT que han sido discriminados.
Para ella es importante que ellos expresen su identidad y con eso se sientan libres. “La mayoría se libera de la presión social cuando su familia lo sabe y más cuando los apoya”.
Después de salir de la clínica, Claudia ingresó a una terapia psicológica. “Me fue muy difícil perdonar a mis padres por todo lo que me hicieron pasar. Ahora me siento libre, pero aún con indignación por la superficialidad con la que se toman estos delitos y abusos contra los Derechos Humanos. No hay cifras (sobre casos de discriminación o abusos contra homosexuales o lesbianas), la ley no existe para nosotros”.
En la Policía y la Fiscalía, no existe un registro de casos de violencia contra los GLBT. En la Ley se tipifican como delitos de odio. Las ONG que tratan esos casos indican que dos denuncias de odio y violencia se receptan al mes.
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Casos de violencia
Junio del 2011. Un gay fue atacado por cuatro desconocidos cerca del parque La Alameda, centro de Quito. Según la Policía, la víctima fue golpeada con garrotes en la cabeza y el rostro al salir de una discoteca. Tras el hecho, los agresores huyeron. No hubo detenidos.
Febrero del 2011. La transexual Evelyn fue asesinada con el pico de una botella. El cadáver fue hallado en el redondel del sector denominado La Y, en el norte de Quito. En la escena del crimen, los agentes hallaron el pico de la botella con manchas de sangre, una cartera, etc.
El cadáver de un gay fue hallado dentro de la vivienda que alquilaba, en el sector de Carapungo, vía Marianas (norte de la capital). Según el parte policial, la víctima habría fallecido por asfixia. También tenía quemaduras en los brazos y piernas.