Ibarra y el guerrillero que lo ayudó se conocieron 8 días antes de huir

Ayer, en su casa de Quito.   Orlando Ibarra  observa   la Biblia con la que pasó secuestrado en el monte.

Ayer, en su casa de Quito. Orlando Ibarra observa la Biblia con la que pasó secuestrado en el monte.

Las hojas de la Biblia que acompañó a Orlando Ibarra en la selva colombiana están desprendidas. Otras apenas logran sujetarse entre sí.

Los guerrilleros le dieron  ese libro    el 7 de julio del 2011,   casi un año después del secuestro. Ocurrió   en una  de las  caminatas de los guerrilleros del  Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Estaba arrugado y destruido por la humedad. Ayer, en su primer día de  libertad, revisó     las  páginas de la Biblia.  Lo hizo junto a un  espejo con bordes de madera en el que  se reflejó su imagen: cabello largo y  barba, que  dejó crecer en sus 766 días de secuestro.   

Luego de que le entregaron el  libro, cuenta que le   tomó tres días ponerlo en orden  para leer. No  pudo recuperar     los capítulos del Génesis y el Apocalipsis. Pero sí quedaron intactos los salmos.

Fue justamente, el Salmo 23 que dice:  “Jesús es mi pastor, nada me faltará”, el que rezó junto  al guerrillero con quien se escapó el último fin de semana.

Estaban al filo de  la carretera mientras esperaban la llegada del Ejército colombiano  para que el sábado último  los  rescataran.

“Fue un enviado de Dios”, dice Ibarra al referirse al subversivo que lo ayudó. Lo  había  conocido   ocho días antes de escapar de la selva y solo 24 horas  antes cruzaron las primeras palabras.

La noche previa leyeron juntos la Biblia. Al día siguiente, el guerrillero, de aproximadamente 40 años, le dijo: “Hermano, ¿quiere irse a su casa?”.  “Sentí una paz, sabía que era una señal...”.

Los dos partieron a las 06:00. El subversivo  cargaba la remesa de alimentos del grupo irregular: aceite y granos.  “En ese momento nos desprendimos de todo lo pesado, dejamos la carga  y empezamos a caminar”. Su trayecto por la selva duró tres horas.

El día a día de su cautiverio

Orlando Ibarra se despertaba   con una  radio pequeña con señal AM y FM. Los guerrilleros la llamaban  ‘la panela’. El empresario relata que esta  fue su única conexión con el mundo.

Cada miembro del grupo subversivo  tenía una  de ellas. Solo los primeros cuatro meses de secuestro pasó sin ese aparato.  Así se enteró  de las noticias del Ecuador,  aunque no siempre captaba la señal. Supo, por ejemplo, de la construcción de  las carreteras.  

Antes del secuestro,   fue gerente de una  empresa de transporte  pesado. Por eso  ese tipo de novedades  lo alegraban y confiaba en volver con su familia.   

Su vida dedicada al transporte pesado también lo llevó a otra afición: la carrera de tractomulas. “Eso también extrañé y,  por supuesto, a mi familia.  Había días en los que me moría de ganas por un cuy o un cebiche de concha con mucho limón”.

Ayer  la familia le preparó  un cuy, que  trajeron  desde   Carchi, de donde es originario, y   celebraron  su liberación en Quito. “En la montaña comíamos hasta   ratas”.

Ibarra lo recuerda con una leve sonrisa y dice que probó carne de culebra, de zorrillo y otros animales de la selva. “Comí de todo, porque son creaciones de Dios”.

A las 04:30  empezaba la ‘diana’ (el llamado de los guerrilleros a levantarse).  Ibarra dormía en un ‘cambuche’ o cama armada con tablas de chonta y tapadas con plástico para evitar la lluvia.  

A las 07:00  desayunaba. Durante el día   revisaba  libros y  sobre todo  la  Biblia. En la  noche,   solo leía  cuando tenía una linterna.
 “Hice muchos amigos”,  narra. No   guarda  rencor  a ninguno de sus compañeros. Para él, son personas humildes, campesinos en su mayoría, que son  “utilizados”.

Con ellos jugó fútbol y voleibol en las pequeñas canchas de tierra que existían en algunos poblados cercanos a los campamentos. El partido de Ecuador frente a  Colombia por  las eliminatorias   lo escuchó    por la radio junto  a los guerrilleros.  “Les molesté porque Ecuador ganó. Ellos se reían”.

Es hincha de El Nacional. Dos años después,  Ibarra  vio ayer el  partido de la Selección ecuatoriana. Su familia compró decenas de camisetas tricolores.

En   la mañana    recibió a     sus familiares. Dos primos viajaron desde Perú para verlo.  Al llegar no  se sacaron las mochilas.

Los tres  lloraron  y  siguieron  los  parientes que estaban en la sala. “Casi ni los reconozco”, dijo Ibarra . Se mostró  admirado  por el cambio físico de primos, sobrinos y  de sus tres hijas,  que  ahora  tienen entre 9 y 13 años.

En el partido de ayer  

Orlando Ibarra vio   ayer   su primer partido de fútbol  en  televisión. Unas 40 personas, entre familiares y amigos, llegaron  a  su  casa, en Quito, para ver el cotejo entre Ecuador-Uruguay.

Antes del plagio, como   hincha de El Nacional no se perdía los partidos de este equipo y  de  la Selección. Incluso en el momento los escuchaba por radio.

Ibarra gritó     el primer gol de la Tricolor. Después acompañó a sus parientes en las olas, en los aplausos y en las barras que surgían en ese momento.

El fiscal  Galo Chiriboga dice  que hace cuatro años, otro ecuatoriano fue secuestrado por la guerrilla de Colombia que opera en la frontera.

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