Vivimos una época de inseguridad ante el incremento de la delincuencia. Para combatir eso hay que profundizar el trabajo con quienes viven en sectores deprimidos. Cuando una persona llega a aquellos sitios donde el señor Gobierno cree que no existe puede darse cuenta de lo que está ocurriendo en la parte medular de nuestra sociedad. Hay que darnos cuenta que el país tiene un grave problema: la falta de fuentes de empleo. Una persona no necesita ganar miles ni millones de dólares, sino sentirse útil ante una sociedad que parece que la sigue relegando por su condición de pobre.
Hay que presentar proyectos tendientes a rescatar a quienes se han puesto a delinquir. ¿Cómo se puede lograr? Simplemente llegando a sus realidades que son lacerantes en algunos casos.
Ellos se vuelven trabajadores de la informalidad. Pero en las grandes urbes se los excluye y se quedan sin ocupación y muchos empiezan a delinquir.
A los informales se los puede organizar. Ellos se dedicarían más a su trabajo y estarían por ejemplo regulados a través de pequeñas empresas. En los barrios se pueden crear proyectos productivos de economía solidaria, con 20 a 30 potenciales microempresarios. Se pueden crear talleres de carpintería, panadería, confección de ropa, reciclaje. Eso es tener ocupada a la gente.