El altar se improvisó sobre un bloque de cemento. Tres velas blancas iluminaron cuatro fotos de Viviana Fajardo y junto a los retratos se colocaron las imágenes de Cristo y de la Virgen de Guadalupe. Así velaron a la ecuatoriana que falleció, el pasado miércoles, en Nueva Jersey (EE.UU.), tras ser atropellada por un auto cuando a las 17:20 salía del trabajo.
Es la primera víctima ecuatoriana del devastador huracán Sandy, que hasta ayer dejaba más de 106 víctimas y 1 millón de personas sin electricidad. Esos vientos inhabilitaron los semáforos y el control para los autos era mínimo. Uno de ellos embistió a la azuaya.
Una llamada telefónica desde Estados Unidos alertó a Alex, Andrea y Magali, tres de los cuatro hermanos de la fallecida (José también vive en EE.UU.) . Quien habló con ellos fue su padre, Víctor Fajardo. Él explicó que Viviana, de 25 años, había muerto.
Magali lloraba y no dejaba de observar la última foto que envió su hermana. En la imagen, la mujer miraba triste a la cámara. Todos sabían que no dejaba de pensar en sus hijos: Bryan, de 7 años, y Valeria, de 4.
El viernes ellos correteaban por la vivienda de los Fajardo Lucero, en Jadán, una parroquia a 30 minutos de Cuenca y de donde salió la ecuatoriana. En la casa de dos pisos surgía una pregunta tras otra y los niños querían saber por qué lloraban sus tíos.
Ellos no saben cómo contarles lo que ocurrió con su madre, quien emigró hace dos años. Lo hizo con su esposo, porque no tenían trabajo y la siembra del maíz no era suficiente para mantener a sus dos niños. Servelia Guncay llora al recodar esas escenas. Ella es abuela de Viviana y desde que su nieta viajó a EE.UU. cuida a sus bisnietos Bryan y Valeria.
Guncay limpia con la chalina sus lágrimas y en voz baja se lamenta de la pobreza de Jadán, un pueblo con apenas agua entubada, carretera lastrada y sin riego. Allí las familias tienen al menos una persona en el exterior.
La ecuatoriana trabajaba en el área de limpieza de un hotel. Su padre, quien viajó a Estados Unidos hace 10 años, se dedica a la construcción. Igual sucede con José. Su madre, Rosario Lucero, se unió a ellos hace cuatro años.
María León no sabe cómo traerán el cuerpo de su sobrina. Por eso su pedido: necesitamos ayuda del Gobierno.
En la casa poco a poco se revelan más cosas de la familia: en el 2010 la fallecida viajó con un coyotero de Cumbe, una parroquia a una hora de Cuenca y a una hora del pueblo donde ella vivía. Se endeudó en USD 12 000, que obtuvo en una cooperativa. Pero luego de seis meses del viaje y tras llegar a Los Ángeles, Migración la detuvo. Pasó seis meses en prisión y la deportaron a Quito.
Por ese crédito pagaba USD 600 mensuales. Cuando aún faltaba por pagar más de la mitad, el año pasado se endeudó en USD 8 000 más. Una cooperativa la ayudó, se contactó nuevamente con un coyotero y emprendió otro viaje. Del segundo préstamo aún está por cubrir el 50% y cada mes pagaba USD 450. Es decir, por los USD 20 000 desembolsaba USD 1050 cada 30 días.
“No sabemos qué vaya a ser de sus hijos y de nosotros”, dice León. Están preocupados por las mensualidades en dos cooperativas. Esa inquietud la transmitieron al Ministro del Migrante, Francisco Hagó, quien llegó la mañana del viernes a la casa de la familia. Pero el funcionario aclaró que la Senami no ayuda a cubrir las deudas que la gente obtiene para emigrar. En el caso de Viviana, el desembolso no estaba a su nombre, sino al de su hermana mayor.
En la casa de la familia Fajardo Lucero, Hagó pidió el número telefónico de los padres de Viviana en Nueva Jersey. Habló con ellos por celular, se lamentó por lo sucedido y dijo que el Estado correrá con los gastos de la repatriación. Y una promesa final: dar atención psicológica a la familia.