Las calles del barrio 6 de Diciembre, en la parroquia Tarqui (Manta), se coparon de gente en un tramo de 90 metros. Familiares y amigos despidieron a Pedro Rivas Palma.
Este pescador artesanal, de 38 años, pereció, junto a tres compañeros, cuando quedaron atrapados en los camarotes del barco atunero César V. Era la madrugada del domingo último, cuando naufragó frente a las costas de Playas General Villamil (Guayas).
Ayer, a las 10:30, los familiares de Rivas decidieron enterrar su cuerpo, que fue transportado desde Playas a Manta, tras su rescate a cargo de cuatro buzos.
“Apenas llegó a casa, el lunes (23:30), lo vistieron con un traje negro, luego ubicamos los restos en la caja fúnebre y lo velamos por 10 horas. No podíamos tenerlo más tiempo a la intemperie, por su alto estado de descomposicións”, comentó Francisco, un primo del pescador.
Rivas trabajaba hace cuatro años para la empresa armadora Sanaldelsa, propiedad del industrial y político César Rohón.
Los tres hijos que tuvo con su esposa, Melisa López, se enteraron del hecho cuando ella los llamó por teléfono. Había esperado noticias de su marido desde el domingo, día del accidente, hasta el lunes. Ella y otros familiares del capitán del barco y tres tripulantes durmieron en el puerto pesquero de Posorja, donde se coordinaron las tareas de búsqueda y rescate a 5 millas de la playa.
La misa de cuerpo presente se desarrolló en la iglesia de Tarqui. Las 30 bancas del templo estaban llenas de amigos, vecinos y de sus seres más cercanos. Luego de 45 minutos de tristes cánticos, rezos y plegarias, seis parientes alzaron el féretro hasta sus hombros y caminaron 1 kilómetro hacia el cementerio de la parroquia.
A la misma hora, en el extremo sur de Manta, en la iglesia Perpetuo Socorro, barrio Umiña, culminaba la misa por José Bailón López. Este pescador, de 50 años de edad, se despidió de su familia el viernes último, antes de partir a una faena de pesca de 22 días, a bordo del barco César V. Volvió antes de tiempo, sin vida, 15 de los 19 tripulantes se salvaron.
La bandera de la Asociación de Pescadores de Manta cubría el ataúd de madera. Bajo una lluvia, un grupo de seis amigos del barrio Jocay, donde residía José, caminaba con cuidado hacia el Cementerio General. El camposanto está saturado de nichos y tumbas. Para llegar a la bóveda asignada a José, quienes cargaban el ataúd caminaron sobre algunas urnas.
Eran las 12:30, había que retirar algunos objetos familiares que fueron ubicados dentro del féretro. Cuando el panteonero levantó la tapa superior del cofre, un olor a materia en descomposición alejó a los acompañantes del funeral por algunos minutos.
Su madre, Hipólita López, no paraba de llorar. “Adiós mijito, ahora te vas para siempre, ya no te esperaré, solo tu recuerdo me quedará, nunca pero nunca te olvidaré”. La caja fue introducida en el nicho. Gabriel Bailón, hermano menor de José, dijo que la empresa a la cual pertenecía la embarcación pagó la caja fúnebre y el cortinaje. Prometieron indemnizar a la viuda, quien deberá cuidar a una niña.
Mientras, en la casa de Próspero Zamora Cedeño (75), capitán del César V, varios nietos atendían a quienes llegaban en busca de información sobre el funeral. Será el miércoles, ahora lo velan en una funeraria ubicada en el barrio El Pacífico, comentaban desde una ventana.
Zamora podía haber dejado de pescar hace algunos años pero no lo hizo. “Él llevaba en la sangre ese espíritu indomable del marinero”, comentabaLizandro Cedeño, un pescador amigo del difunto.
En Posorja, ayer, las tareas se concentraron en reflotar el barco. La armadora está a cargo de esa operación, con supervisión de la Armada Nacional.
Jaime Ayala, director de la Dirección Nacional de Espacios Acuáticos, explicó que el objetivo de controlar el escape de combustible se cumplió. Se bloquearon todas las salidas del combustible. Gran parte de los 20 000 galones de diésel que llevaba en sus bodegas está aislada.