Los dos desconocidos maniataron al conductor del auto y le obligaron a pasarse al asiento posterior.
Ocurrió la noche del jueves, en el norte de Quito. “Deambulamos una hora y media en mi automóvil por las calles de la ciudad. Luego, ellos se vieron con otras personas y me abandonaron en Monteserrín”, contó José R.
Dos días antes, a él le robaron USD 3 000 que retiró del banco.
El hecho ocurrió en un patio que comercializa y repara vehículos, también en el norte de la capital, mientras estaba con su hijo de 1 año y su madre. Él relata que un hombre lo apuntó con una pistola en la cara y le quitó el dinero.
El número de robos de vehículos y asaltos a personas, así como los atracos a viviendas, locales comerciales y robos de motocicletas que se registró en Quito, de enero a octubre del 2011, es superior al que se reportó en el mismo período en otros sectores país. Esto, según las estadísticas del Sistema de Información para la Gobernabilidad (Sigob).
Eso hace que la capital se convierta en la ciudad más peligrosa del país con relación a este tipo de delitos.
La página web de esa dependencia muestra que Quito reportó este año 5 365 asaltos a personas y en Guayaquil hubo 4 886.
De enero a octubre del 2010, en Quito hubo un promedio de 3 538 robos a personas, lo cual demuestra que se presentó un incremento de casos.
Lo mismo ocurre con los robos de motocicletas. En Quito hubo 648 denuncias de enero a octubre del 2011 y en Guayaquil se reportaron 542.
Para Juan Carlos Rueda, comandante de la Policía de Quito, el temor de la gente a presentar las denuncias ante las autoridades genera un “círculo perverso” que conlleva a la impunidad.
“Eso (el temor a denunciar) provocó que esos cinco delitos se incrementen en la capital en este tiempo”, manifestó el oficial. Dice que la Policía ha identificado a las bandas dedicadas a esa clase de delitos: “Pero el miedo a las represalias provoca que las víctimas dejen los casos en el aire y los aprehendidos salgan en libertad”.
De hecho, la tercera encuesta de victimización en Quito revela que en el 2010, el 82,9% de víctimas no denunció los robos violentos. En el año 2008, ese porcentaje fue del 85,7%. Y dice que el 35% de víctimas, es decir, tres de cada 10 personas, que en el último año sufrieron asaltos ya habían sido víctimas de atraco antes.
El 27 de octubre último, ocho armados ingresaron a una casa en Tumbaco, donde se encontraba un mayor de 65 años y dos niños, para robar. “Se aprovecharon de que un automóvil ingresó al conjunto residencial para asaltar. Iban en un auto blanco, golpearon al guardia con la cacha de una pistola y lo amarraron”, dijo un testigo. Los desconocidos se llevaron televisores, ‘laptops’, equipos de sonido, celulares y videojuegos.
Con armas de fuego apuntaron en la cabeza de los niños.
Las cifras del Sigob indican que la cantidad de robos a viviendas se ha incrementado en Quito.
De enero a octubre de este año se registraron 2 318 casos, mientras que en el mismo período del 2010 hubo un promedio de
2 042. En Guayaquil se presentaron 1 118 denuncias en los primeros 10 meses del 2011.
En la Encuesta de Victimización también se midió la percepción de seguridad en las casas al estar solos en la capital. El 24,5% de los consultados respondió que se siente poco seguro, mientras que el 15,8% manifestó sentirse nada seguro en su vivienda.
‘Me quitaron mi sustento’
Franklin P.
Le robaron su camioneta en Quito
Luego de que me robaron mi camioneta Mazda 2 200 al frente de la casa donde vivía, me quedé con una deuda de USD 12 000 que fue difícil pagarla. Esto ocurrió en el barrio La Colmena (centro de Quito). Con ese vehículo comercializaba frutas en los barrios y cuando lo perdí no tenía con qué trabajar para pagar las deudas que tenía.
Este fue un hecho muy doloroso, porque recién me había casado e hice un préstamo en el banco para comprar la camioneta. Incluso había invertido un poco de dinero en equiparla con llantas radiales, aros de magnesio y en la reparación del motor que me costó USD 1 500.
Era difícil entender que un mes después de la reparación, me la robaran y a los ladrones nos les importó el daño que me hicieron. Recuerdo que como no tenía dónde parquearla, la dejaba afuera de la casa y un día no la encontré.
Estaba deprimido y mi esposa me ayudó mucho. Luego me compré otra camioneta y me fui a vivir en otro barrio. Mi prioridad ahora es tener una casa que tenga garaje.
‘Me robaron en Navidad’
Wilson P.
Le robaron en su casa
Me cambié de barrio luego de que un grupo que se dedicaba a robar casas ingresara a la mía, tres días antes de la Navidad. Recuerdo que ese día, con mi familia salimos a entregar ropa y juguetes para gente pobre en una iglesia cristiana a la que acudimos todos los fines de semana.
Cuando regresamos eran las 18:00 y al abrir la puerta principal nos encontramos con un escenario desolador: las cosas estaban sobre el piso revueltas. La computadora y el equipo de sonido se habían llevado. Escuchamos que un grupo de personas estaba en el segundo piso de la casa.
En ese rato salí a la calle a buscar a la Policía, pero ni uno solo estaba en la UPC (Unidad de Policía Comunitaria).
Al regresar me di cuenta que los hombres habían escapado y los policías llegaron una hora después.
Luego nos dimos cuenta que los hombres ingresaron por la parte posterior de la casa y colocaron una escalera para subirse. Se llevaron la computadora y las joyas de mi esposa. Solamente recuperamos el equipo de sonido.
‘Les di los USD 75 que tenía’
René A.
Sufrió un asalto en la vía pública
Siento impotencia y tristeza luego de que me asaltaron en el centro de la ciudad.
Soy dirigente de un club de fútbol barrial y nos reunimos con mis compañeros directivos y jugadores para divertirnos en un local de billares del sector. A las 23:00 pedí un taxi para irme a mi casa.
El joven que atiende el local llamó a un taxi ejecutivo y me subí en este. Cerca de mi casa, una moto con dos jóvenes se paró junto al taxi y me asaltaron. El conductor me golpeó en la cara y sangré.
Les entregué mis pertenencias y los USD 75 que llevaba.
Mi esposa estaba llorando y mis hijos me llevaron al hospital. Por suerte no me fracturaron la nariz, pero las secuelas psicológicas fueron graves.
Cada vez que salgo a la calle miro a los alrededores para cerciorarme que nadie me persigue. Sí me acuerdo de la cara del conductor que me golpeó en el automóvil, pero no sería capaz de reclamarle si lo encuentro en la calle.
¡Imagínese! Si por USD 200 ofrecen matar a la gente a través de Internet. Talvez me podrían hacer daño.
‘Mi hija está traumada’
María H.
La asaltaron en su local comercial
Mi hija de 7 años todavía sigue asustada por el robo que sufrimos en nuestra panadería, en Carcelén Alto (norte de Quito). Cuando viajamos en nuestro vehículo ella siente temor de las personas que transitan por la calle y nos pide que cerremos las ventanas como medida de precaución.
Mi esposo y yo tampoco hemos podido superar el golpe que significó ese hecho violento. Cuando una persona ingresa al local siento desconfianza. Eran las 20:00 de un miércoles cuando nos robaron. Dos hombres fingieron ser clientes y me pidieron pan caliente. Yo ingresé al lugar donde se encuentran los hornos y me percaté de que ellos ya estaban allí.
Mi esposo se quedó dormido y mi hija trataba de despertarlo. Uno de ellos traía una pistola y otro un cuchillo.
De forma soez me exigieron que les entregue el dinero de la caja mientras me apuntaban con un arma.
A mi esposo lo amenazaban con un cuchillo. Mi hija quería llorar, pero los hombres le gritaban para que no lo haga y se contenía.
‘Casi muero por la moto’
Paúl M.
Casi le roban su motocicleta
Con mi motocicleta deportiva Suzuki transitaba por las avenidas 10 de Agosto y Naciones Unidas (norte de la ciudad). Eran las 23:00.
Cuando me paré en el semáforo, dos hombres trataron de robármela. Aceleré en el momento que me atacaron y uno de ellos me clavó dos veces con un puñal en el estómago. Aceleré lo más que pude y ellos se quedaron atrás, pero casi me desmayo cuando iba a mi casa porque perdí bastante sangre en el trayecto. Mi familia me llevó al hospital y me operaron. Lo malo fue que luego tuve una grave infección y me intervinieron otra vez. Mis cinco hijos sufrieron mucho por lo que me sucedió y hasta ahora no puedo trabajar tranquilo por las heridas que me causaron esos hombres. Yo soy conductor de camiones en una empresa turística y las secuelas son graves, porque todavía me afecta la herida. Incluso tengo una gran cicatriz en el estómago.
Mis jefes me apoyaron porque no perdí el empleo tras haber sido hospitalizado. Me recuperé en tres meses y el robo casi me cuesta la vida.