Para ser una de las regiones donde más se concentra la producción y el tránsito de algunas de las drogas ilegales más comunes en el mundo, América Latina se había mantenido a salvo de la otra pata del negocio: el consumo. Pero esto ya no es así.
De acuerdo con las cifras obtenidas para este informe por los 11 socios del Grupo de Diarios América, desde comienzos de la década ha habido un sostenido aumento en los índices de consumo de sustancias como la marihuana, la cocaína y derivados más baratos, como la pasta base o el ‘crack’.
Y aunque esa tendencia regional ha estado acompañada por una mayor tolerancia social hacia el uso de algunas de esas drogas, los países no han iniciado un debate sobre la despenalización de su consumo.
Esa es una demanda que atraviesa el continente, sí, pero a cargo de grupos aislados que suelen juntar centenares de adeptos en manifestaciones a favor de la legalización (principalmente de la marihuana) pero no alcanzan para volver el asunto un tema de discusión política o social.
Los gobiernos del continente miran de lejos el problema, quizás por la necesidad de atender otras urgencias. Sus discursos abarcan un abanico que va de cierta disposición a debatirlo (por lo menos en la retórica del gobierno argentino) a la negativa de considerarlo (la administración de Alan García en Perú, por ejemplo).
En la mayoría de los países, sin embargo, no está penado el consumo y algunas de las grandes ciudades del continente (en Montevideo, por ejemplo) se ha vuelto común ver jóvenes fumando marihuana con un desparpajo impensable hace una década. En muchas ciudades circulan como zombies, los consumidores de drogas más destructivas y baratas.
En general, en América Latina, las normas no penan la tenencia de sustancias ilícitas, aunque los criterios son bastante laxos y, casi siempre dependen del juez que se encargue del caso. Pero durante el último año, en cambio, varios países han empezado a descriminalizar la figura del consumidor.