Con una pistola lo apuntaron en la cabeza. Con otras dos en el cuerpo. Eran cinco armados, lo obligaron a subirse a su vehículo y comenzaron las ocho horas que duró el secuestro exprés.
Era jueves. 14:30. A esa hora, Jorge E. (nombre protegido) detuvo el auto en la avenida Brasil y calle Diguja (norte de Quito). Lo hizo, porque aparentemente golpeó a una joven que se cruzó de imprevisto. “Me quedé unos metros adelante y me bajé para ayudarla. Al acercarme me dijo: me quebraste. La senté en el puesto de pasajeros y cuando empecé a ver qué pasaba sentí las armas”.
Jorge E. recordó ayer cómo los desconocidos se subieron al carro, le pusieron una gorra para que manejara, lo llevaron a una casa que, con documentos falsos, habrían arrendado un día antes.
Horas previas de este relato, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), el alcalde de Quito, Augusto Barrera, reconocía el repunte del secuestro exprés en la ciudad. “Teníamos seis, siete u ocho casos, pero ahora tenemos 20 y pico”.
Un informe del Observatorio de Seguridad Ciudadana (OMSC) dice que el año pasado en la capital hubo 19 casos, aunque en el 2009 no hubo registros.
Este tipo de delitos precisamente se analizaron en el seminario internacional La Seguridad ciudadana en cifras, al que asistió Barrera. Allí se presentó la tercera encuesta de victimización en Quito. La investigación tiene 10 capítulos y en el tercero se revela que en el 2010, el 82,9% de víctimas no denunció los robos violentos. En el año 2008, ese porcentaje fue del 85,7%.
Jorge E. denunció el secuestro apenas logró desatarse de pies y manos y salir de esa casa pidiendo auxilio. Eran casi las 23:00. “Al verme, una persona paró su auto y trajo a los policías. Lo único que hicieron es pedirme el nombre y el número de cédula. No entraron ni al lugar en el que estaba y ahora ya no tengo ganas ni de ir a ver qué sucede con las investigaciones”.
La vivienda en la que ocurrió el secuestro estaba vacía. En uno de los cuartos obligaron a Jorge E. a firmar dos cheques por USD 8 000 y le quitaron las tarjetas.
De una de ellas retiraron USD 500 y con otra hicieron compras por USD 3 000.
¿Por qué se presenta este nivel de violencia? El ministro de Seguridad, Homero Arellano, dice que temas como el crimen no ha recrudecido solo en Ecuador, sino en América Latina. “Nosotros sentimos acá, porque somos ecuatorianos. Ecuador no tiene, ni de lejos, los niveles comparados (de violencia) de los vecinos”.
No obstante, la Encuesta revela además que el 83% de los encuestados respondió que en las noches, en los barrios “es poco o nada seguro”. Para el 2008, ese porcentaje era del 70%. “Esto nos lleva a la conclusión que la percepción de inseguridad en el 2011 ha aumentado”, dice el informe.
Además, el 50,2% de quiteños considera que su barrio es menos seguro. Jorge E. dice que la casa que fue secuestrada está en plena zona residencial. En las ocho horas que estuvo detenido su teléfono sonó permanentemente. Le llamó su esposa, hija, el cuñado. Uno de los hombres ordenó que respondiera, pero que dijera que estaba en una reunión.
Cuando entregó las claves de las tarjetas, los armados salieron de la casa y solo uno quedó para vigilar al secuestrado. Todos estaban con sus rostros descubiertos y el que lo acompañaba incluso le ofreció vender un arma en USD 700 , para que lo pagara hasta febrero próximo. “Me dijo eso, porque quería ir a mi casa y llevarse las cosas. Le conté que no tengo nada, que me robaron antes y que se llevaron todo. Allí fue cuando me respondió: debiste estar armado para que no te pase eso”.
El año pasado, a Jorge E. le robaron su casa. Un poco antes de las 19:00, siete hombres armados entraron, amarraron a seis personas que estaban en el interior y se llevaron las joyas, cuatro televisores, computadoras, carteras, etc.
En la Encuesta de 81 páginas también se midió la percepción de seguridad en las casas al estar solo. El 24,5% de los consultados respondió que se siente poco seguro, el 15,8% manifestó sentirse nada seguro.
De las ocho administraciones zonales que existen en Quito, solo en la de Los Chillos, el 56% de la gente señaló que se siente bastante o muy segura. “Esto contrasta con el resto de administraciones donde la percepción negativa de inseguridad dentro del hogar es mayor”, se dice en el estudio.
A esto se suma que el 18,71% de los hogares de Quito ha sufrido un robo en alguna ocasión.
La Policía incluso ha detectado asaltos en durante fiestas o reuniones sociales. Los agentes dicen que para ello las bandas operan con cinco o seis armados y se movilizan en vehículos robados, de marcas comerciales. “Atacan en los momentos de mayor efusividad cuando los asistentes están bailando y disfrutando de la reunión. Ingresan por la fuerza y obligan a las víctimas a que entreguen sus pertenencias (celulares, dinero, computadores portátiles, etc.). Si pueden también se llevan electrodomésticos como televisores o consolas de videojuegos. Por lo general, buscan viviendas en sitios alejados donde existe escaso resguardo policial”.
El director del OMSC, Daniel Pontón, dice que los robos a personas en las calles han subido.
El asalto a transeúntes con menor porcentaje se registra en la Administración Zonal Tumbaco (8.2%), mientras que la Norte duplica ese número (19%).
Dos semanas han pasado del secuestro y ayer Jorge E. recordaba que los armados le decían que no los mire y que lo amenazaban con dejarlo en Conocoto. No fue así. Quedó en la casa y ellos se fugaron en su auto que lo halló a la 01:00 en el sur de Quito.
La investigación
La encuesta de victimización se realizó en 12 meses del año pasado, en 4 008 hogares de Quito. El estudio se hizo en casas y a personas mayores de 15 años.
Según el documento, el objeto más apatecido durante los asaltos es el teléfono celular en un 70%, seguido por el dinero en un 55%. Luego vienen las carteras, maletas o mochilas con un 24% y las computadoras portátiles (‘laptop’) alcanzan un 3%.
En lo que se refiere al uso de armas, el estudio refiere que el 58% de atracos se ha producido con armas blancas (navajas), mientras que en un 27% se utilizaron armas de fuego. Un 6,3% de asaltos ocurrieron con armas contundentes (palos, piedras).