Quien consume licor en exceso es más vulnerable a la violencia

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seguridadciudadana@elcomercio.com

El conductor del auto Chevrolet había ingerido licor. Al conducir por la avenida Eloy Alfaro, cerca de la av. De los Granados, pasó por alto el cierre de la vía y embistió a decenas de personas que bailaban en el asfalto, por las fiestas de Quito.

La tragedia de aquel 5 de diciembre del 2001 dejó tres fallecidos y 27 heridos, algunos de ellos quedaron con discapacidad. “De los 18 años que llevo en la Cruz Roja, uno de los momentos más tristes fue el accidente en la Granados”, reseña Henry Ochoa, coordinador del Programa de Gestión de Riesgos del organismo humanitario. Las víctimas eran moradores de La Esperanza.

El exceso en el consumo de licor en estas fiestas no solo provoca siniestros en las vías. “El alcohol es un desinhibidor de ciertas represiones, a partir de esto se puede entender por qué las personas se vuelven muy violentas, muy cariñosas, muy impulsivas”, dice Alfonso Bravo, psicólogo clínico y catedrático universitario.

El consumo de alcohol en las fiestas de Quito origina peleas en los bailes. “Eso produce un incremento en el número de emergencias que se presentan en la noche”, enfatiza Pablo Burbano, a cargo desde hace seis meses de coordinar la atención médica desde el Cuerpo de Bomberos. El quiteño de 34 años antes laboró por 14 años en la Cruz Roja.

Este cuerpo de auxilio identifica cuatro lugares con mayor índice de emergencia, entre el 3 y el 6 de diciembre: el Centro Histórico y Santa Prisca son las zonas más conflictivas. Se suman El Inca y la av. De los Shyris, en el norte.

“En las riñas callejeras, la gente, incluso rompe botellas para agredirse entre grupos. El tema de las bebidas alcohólicas, aunque se ha logrado reducir, es trascendental en la generación de conflictos”, dice Ochoa. “La idea es ir coordinando cada año mejor con el Cuerpo de Bomberos, la Policía y la Defensa Civil, encargados de atención pre hospitalaria”.

El consumo de alcohol vuelve al ciudadano más vulnerable ante la delincuencia. Así lo afirma Silvio Dávila, jefe de la Sección de Delitos Contra la Propiedad de la Policía Judicial de Pichincha.

Con el licor se pierde la consciencia del peligro y la gente se pone en situaciones de riesgo, explica Bravo. “No pueden defenderse porque a nivel neurológico las capacidades psicomotrices se ven afectadas. Hay personas que se vuelven muy condescendientes, en este caso no cabe hablar de (que pueden ser víctimas de) un asalto violento. La persona puede entregar sus cosas e inclusive sacar dinero del cajero, sin tener plena conciencia”.

A esa vulnerabilidad causada por el licor en la gente se suma una estrategia delictiva: la inmigración de asaltantes. Los delincuentes concurren a los eventos masivos en busca de víctimas: entre el 3 y el 5 de diciembre hay concentraciones en los barrios.

Dávila sostiene que la inmigración de delincuentes se registra en toda celebración de ciudad o provincia. Según él, el dinero es un imán. “La gente sale a consumir, entonces es bueno para los delincuentes, porque todo el mundo está presto para gastar”.

Con base en un estudio, la Policía Judicial determinó que la mayor cantidad de delitos reportados el año anterior fue perpetrada por la delincuencia común. “No son tan organizados, ellos aprovechan la multitud y ahí operan. Este tipo de delitos solo va a comisarías y la sanción que ahí les dan es prisión de 10 a 15 días”.

Se refiere a los hurtos (robo sin violencia) de dinero u objetos equivalentes a menos de USD 120. Únicamente los robos por cuantías superiores a ese valor son indagados por la Fiscalía.

Los socorristas también se protegen de la inseguridad. “En situaciones de violencia civil, los bomberos esperamos a que primero llegue la Policía para intervenir”, admite Burbano. Y precisa que en las fiestas de Quito hay emergencias durante toda la noche, mientras que en los fines de semana normales estas se registran en promedio hasta las 02:00.

Según la Policía, desde la restricción de venta de licor en el país los homicidios bajaron de 253 en mayo a 200 en septiembre. El año pasado, en las fiestas de Quito los accidentes de tránsito causaron la mayor cantidad de fallecidos: 10 de 15 reportados (período del 27 de noviembre al 6 de diciembre). En el 2008 murieron 21 personas en las vías.

Según la Policía de Tránsito, el alcohol fue la principal causa. Tal como ocurrió en la tragedia de la Eloy Alfaro. En la sangre del conductor del Chevrolet había 1,0 grado de alcohol. El límite, según la ley actual, es de 0,3 grados.

QUITO

‘Dos hombres asaltaron a mi hijo’

A mi hijo le robaron en cuestión de minutos. Esa noche, hace tres meses, él salió a tomar un taxi para irse con su esposa desde Chillogallo hasta El Pintado (sur de Quito). Nosotros estábamos adentro y escuchamos que gritaba: me roban, me roban.

Cuando salimos, esa gente escapó en un vehículo. Luego nos contó que los ladrones llegaron en un carro amarillo, casi como un taxi, y que de allí se bajaron dos hombres que lo asaltaron. Le robaron la plata, celular, los papeles. Por suerte, mi nuera aún estaba adentro de la casa, porque estaba embarazada. Ella estaba esperando a que llegara el taxi, para salir de la sala.

Al ver a mi hijo asustado, ella también se puso muy nerviosa y la tranquilizamos con agua.

Lo que pido es que haya más controles para esos carros que simulan ser taxis. Uno cree que está seguro, que puede movilizarse con tranquilidad en esas unidades, pero vemos que no.

Esa no fue la primera vez que a mi familia le robaban. Hace un año, a mi hija le asaltaron cerca de la Universidad Central. La detuvieron y forzaron a que sacara la maleta, le pidieron la billetera y se llevaron el dinero. Se quedó sin plata para el pasaje.

La propuesta

Martina Zurita

Psicóloga del Proyecto Salesiano ‘Mi Caleta’

‘La solución es estructural’

El problema de la callejización de la niñez es estructural y, sin una debida atención, puede generar brotes de delincuencia. Por eso, un llamado a la sociedad ecuatoriana para que no sea tan indiferente al observar a un niño o adolescente frente a situaciones o personas de riesgo.

Quien los encuentre podría interesarse en saber si están o no cerca de su familia o ver qué les está pasando. Si no es así, lo recomendable sería buscar un policía e indicarle que hay un menor de edad deambulando.

Nosotros, como parte del Proyecto Salesiano, trabajamos por las noches con la población más vulnerable. Hay una persona que labora exclusivamente en La Mariscal y otros sectores donde hay una alta afluencia de niños trabajando y que son proclives a caer en la delincuencia.

El problema de la delincuencia también es estructural. Es el resultado de algo que estaba mal desde el principio. Existen familias que viven en situaciones económicas precarias y en la informalidad. Por eso, el Estado debe ir hacia ellas y ayudarlas de forma ordenada, es decir, partiendo desde la raíz del problema y atender a las condiciones básicas de la gente.

Yo creo que una medida que ayudaría a solucionar el problema es indagar dentro de los barrios expulsores de los niños, a escala nacional. En esos sitios, que son los focos donde brota la delincuencia con mayor fuerza por la falta de atención, se debe trabajar con mayor énfasis.

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