Guadalupe Ch. no para de llorar cuando recuerda el día en que recibió una caja de cartón en donde estaba un cráneo. Era el 10 de noviembre de 2010. Un taxista llegó a la casa y entregó la encomienda.
Al ver el paquete, lo primero que pensó la mujer fue que la osamenta era de su hija, Alexandra L., quien había desaparecido tres meses antes. Más paquetes llegaron después. El 10 de diciembre, desconocidos habrían abandonado la cartera negra que la mujer utilizaba hasta el día de la desaparición. El bolso apareció en la parte exterior de la casa en la que residía con su esposo.Dentro de esa cartera se hallaba una funda plástica que contenía varias costillas, dos huesos de las piernas y una carta escrita a mano. La misiva decía: “Marcelo (nombre protegido del esposo de la mujer desaparecida) ya no me llames. Yo no tengo que ver con la muerte de tu esposa. La mató la mafia. Ella trajo una mercancía a Guayaquil y cobró su dinero. Luego no sé qué pasó, pero la mataron. No avises a la Policía o pagarán tus hijos… A la mamá también le di parte de ella. Dijo que te quería y a tus hijos también”.
En diciembre, el caso llegó a manos de la fiscal de Imbabura, Yolanda Muñoz. Los restos óseos y la carta eran las únicas pruebas con las que se contaba para las investigaciones. Tratando de descifrar el misterio, ordenó que se realice exámenes de ADN sobre los huesos para determinar a quién pertenecían. Antonio Vergara, perito de la Fiscalía de Imbabura, tomó muestras de sangre a la madre de Alexandra y las remitió, junto con los huesos, al laboratorio de la Fiscalía de Quito. El estudio determinó en un 99,9 % que los huesos eran de Alexandra.
Paralelamente, la Fiscal ordenó un examen grafológico (estudio de los rasgos de la escritura) de la misiva. Para ello solicitó la colaboración de la mamá, el padrastro y el esposo de Alexandra, que escribieron varias frases a mano.
El análisis determinó que la letra de la misiva coincidía con la del esposo de la fallecida. Según los especialistas de Criminalística de la Policía Judicial, por más que una persona intente esconder la letra siempre mantiene los rasgos que determinan la personalidad caligráfica.
Con esos indicios, más las declaraciones de familiares de la víctima que daban cuenta de la mala relación que Marcelo mantenía con su esposa, Muñoz ordenó la detención del sospechoso.
La tarde del lunes último, se realizó la audiencia de formulación de cargos. Ahí el juez segundo de Garantías Penales de Imbabura, Marco Iza, ordenó la prisión preventiva del presunto asesino y el inicio de la instrucción fiscal. Como pruebas se dijo que Marcelo intentó desviar las investigaciones, asegurando que su esposa huyó con un hombre a Guayaquil. Ante esto, la Fiscalía ordenó la detención de Antonio V., un amigo de la mujer desaparecida que vive en el Puerto Principal. Según las primeras investigaciones, se comprobó que él nada tenía que ver con la desaparición de Alexandra ni la redacción de la carta.
Informes de la Policía Judicial revelan que en el 2009 en Imbabura se registraron siete asesinatos y en el 2010 fueron ocho.
Marcelo, albañil de profesión, aseguró que amaba a su esposa. Pero reconoció que ella le habría pedido varias veces que abandonara el hogar, porque ya no lo quería. Alexandra trabajaba en una hostal del centro de Ibarra. Su esposo asegura que ahí conoció a un hombre, de quien dice era el supuesto amante de Alexandra.
“Yo siempre le iba a esperar a que mi esposa saliera del trabajo. Pero un día no la encontré más. Le preguntaba a mi suegra si sabía algo. Yo pensaba que ella conocía dónde estaba, porque mi cuñada sabía de las cosas de mi señora”, señaló Marcelo.
Según el sargento Edwin Suárez, agente encargado de la investigación, no existe la participación de supuestas mafias en este caso tal como se dijo al inicio.
Uno de los detalles que más estremece es que los huesos fueron entregados sin tejidos blandos (carne). “Por versiones extraoficiales conocemos que el cadáver de Alexandra habría sido horneado para desaparecer la evidencia”, comenta la fiscal que investiga este asesinato.
Según Graciela Vizcaíno, médico legista de la Policía, la descomposición de las partes blandas de un cadáver puede demorar años, dependiendo de las condiciones en donde se encuentre.
En este caso, los investigadores consideran que luego de asesinar, a la mujer la descuartizaron.
La forma que fue asesinada la mujer estremeció a los imbabureños. Según la Policía Judicial, el año pasado en esa provincia hubo nueve homicidios y en el 2009 sumaron 10. En Imbabura -según el informe oficial- también son frecuentes delitos como tentativas de homicidios y asesinatos, que el año pasado se presentaron al menos 24 denuncias.