La destrucción de las casas de caña en la zona invadida Sergio Toral III, en el noreste de Guayaquil, continuó ayer.
Alrededor de 80 militares y 40 policías cumplieron el operativo. Dos grandes palas (payloader), de marca Dresser, tumbaban las frágiles viviendas, ante la desesperanza de sus habitantes.
Ellos acomodaban sus cosas -camas, colchones, enseres de cocina, armarios- junto a las cañas partidas. Mientras su casa caía, Juan Buitrón confesó que la hizo mediante un préstamo a la Fundación Hogar de Cristo.
“Hace un año -dijo-, yo fui al Municipio de Guayaquil a preguntar si los lotes eran legales, me respondieron que sí”, explicó. “Entonces decidí parar la casa; entregué un anticipo de USD 150 a Hogar de Cristo y debo pagar, durante tres años, cuotas de USD 27 mensuales, ¿ahora quién paga esa deuda”, se lamentó. “¡Qué pague el Gobierno, el presidente Correa ofreció que no iban a destruir las casitas!”, gritaban los vecinos. Más de 100 casas cayeron. La refugiada colombiana Martha Rengifo sollozaba. Desolada, veía sus objetos más preciados: una Última Cena de cerámica y un elefante dorado de la fortuna.