Trabajo desde hace cuatro años en una empresa de servicios exequiales en el sur de Quito.
Entre mis obligaciones está el recorrer los locales de servicio de velación y las funerarias en el norte, centro y sur de la capital.
El martes de la semana anterior me encontraba circulando por la avenida Teniente Hugo Ortiz, a la altura de la Tribuna del Sur.
Eran las 18:30 y como mi carro no podía circular ese día por la restricción vehicular del pico y placa me movilizaba en taxi.
Aquel día era especial porque celebraba mis siete años de matrimonio. Por ese motivo me apresuré a tomar un taxi, aunque siempre espero a que llegue la unidad de transporte ejecutivo que nos designa la empresa.
Al salir de una funeraria en ese sector no pude tomar una unidad de transporte. Así que decidí (ahora me arrepiento de aquello) caminar unas dos cuadras hasta el redondel de El Pintado, ubicado en el sur de Quito.
Tengo 29 años de edad y ahora pienso que la sociedad invisibiliza a estos jóvenes que me asaltaron. Eran tres chicos, de unos 25 años de edad aproximadamente. Hasta me reí un poco cuando al pasar por una esquina los miré de reojo. Su vestimenta era muy llamativa por las grandes marcas que lucían en camisetas y gorras.
Habrían transcurrido unos dos minutos desde que ellos me vieron hasta que me interceptaron.
Uno de ellos me tomó por el cuello, mientras el otro se puso al frente. ¡Róbame pero no me insultes!, les grité en unas tres ocasiones sin que a ellos les preocupase.
Yo era más corpulento que la persona que me sujetaba por detrás. Fue así que agaché mi cabeza para levantarlo del piso y en una acción demasiado imprudente de mi parte, corrí hacia la mitad de la avenida. me arrepiento de haberlo hecho porque fue una imprudencia muy grande.
Mi intención era que los conductores de los vehículos se detuvieran para ayudarme. Dos personas pararon para ver cómo un tipo colgaba de mi cuello, pero no hicieron nada. Uno de los ladrones me golpeaba y el tercero estaba a un metro de mí amenazándome con un cuchillo.
Me di cuenta de lo que estaba haciendo y opté por soltar el maletín. En ese momento recordé que era mi aniversario y que una trágica novedad no vendría bien a mi familia. Los tres jóvenes corrieron asustados con dirección a la av. Mariscal Sucre. Los autos solamente pasaban junto a mí y me pitaban; otros me insultaban para que me retire de la vía. Paré un taxi y regresé a casa. Es indignante ver cómo la gente es indolente.