El candidato presidencial Germán Vargas acaba de decir que tratará “de seducir a la izquierda” para que vote por él.
Si un candidato de izquierda dijera que va a tratar de seducir a la derecha sería necesario aclarar que lo intentaría en la derecha no uribista. Y esta es, precisamente, la aclaración que no puede hacer Vargas: él es una rama desprendida del uribismo. Y este es el árbol al que no se arrimará nunca la izquierda.
¿Dónde empiezan y terminan derecha e izquierda? ¿Cuál es la derecha dispuesta a votar por la izquierda y la izquierda que votaría por la derecha? Ni siquiera Vargas lo sabe. Pero debería saberlo, para empezar a practicar sus técnicas de seducción.
Si hace el intento sin saberlo, le puede suceder lo que sucede en el amor a los hombres que apostamos más con el deseo que con la realidad: acabamos haciendo el ridículo.
También la izquierda debería saber dónde está la derecha que nunca votó por Uribe, dónde la que lo hizo una vez y dónde la que se le abrió en la primera reelección. Pese a las encuestas, existe una creciente franja invisible que encuentra inaceptables y escandalosas las pretensiones de reelección de Uribe y muy viciado el clima parlamentario de la trama reeleccionista.
Existe una centro-derecha que pasó por el uribismo, pero no pudo tragarse los sapos envenenados de las ejecuciones extrajudiciales, mal llamadas ‘falsos positivos’. Esa derecha democrática no pudo digerir tampoco el espionaje a los opositores del Gobierno y las maniobras gansteriles de asesores presidenciales. Para esa derecha, la ‘parapolítica’ es inseparable de los métodos de la mayoría uribista.
En la derecha democrática existen colombianos que no comulgan con la política de recompensas e incentivos del Gobierno como instrumento de guerra. Ni a esa derecha, como tampoco a la izquierda, le ha sido difícil recordar que no ha sido distinta la política de las organizaciones criminales. Y esto repugna por una razón moral: el Estado no debe emular las técnicas de los criminales.
La pretensión de Vargas muere al lanzar su candidatura, pues no ahorró elogios al presidente Uribe y a su “política de ‘seguridad democrática”, una política que incluye en su menú los platos envenenados de los ‘falsos positivos’ y las recompensas económicas, un insostenible gasto en defensa, además de la estigmatización y seguimiento policial a los opositores de centro e izquierda.
Vargas anunció que retomará las banderas de Uribe y agarrará la antorcha, si se la ceden. Cuando dice “seducir a la izquierda”, no sabemos a cuál izquierda se refiere. Si esto llegase a suceder tendríamos que prepararnos para asistir al entierro definitivo de los partidos políticos en Colombia.
El Tiempo, Bogotá, GDA