En los últimos 14 años, Santo Domingo de los Tsáchilas tuvo dos alcaldes, de los cuales uno estuvo dos veces en el cargo. También, hace 7 años se convirtió en la provincia 23, un deseo de sus líderes y habitantes que se cumplió luego de casi medio siglo.
Se pensaría que ambos acontecimientos marcarían el desarrollo de la cabecera provincial, considerada importante por su conexión entre la Costa y la Sierra, y su cercanía con Quito.
Sin embargo, la ciudad ha retrocedido. Ni siquiera el servicio más básico y ofrecido tantas veces en las campañas políticas ha sido dotado a sus habitantes: el agua potable.
En las dos administraciones del alcalde Kléber Paz y Miño (fallecido) no se pudo concretar el crédito para la construcción del sistema de agua. Luego, en la alcaldía de Verónica Zurita (2009-2014) empezó la edificación del ansiado proyecto, pero ella dejó el cargo el 13 de mayo y la tarea sigue pendiente.
La exalcaldesa tuvo el apoyo de su movimiento Alianza País (antes fue de la ID) y no pudo cumplir su oferta. Una de las pocas huellas que dejó es su nombre en las paredes blancas del edificio municipal.
Las calles de la ciudad están abiertas, porque la empresa contratista aún sigue colocando los tubos. Esa obra inconclusa complica más la vida de los tsáchilas, por el caos vehicular. No solo que no hay calles para circular, sino que el parque automotor ha crecido.
Hace 5 años transitaban unos 30 000 carros y este momento son más de 40 000.
Al caminar por las calles nadie controla el caos, permanente y diario. Los buses circulan por cualquier carril y los carros particulares son estacionados en plena vía.
Otro gran problema es el comercio informal. Los miles de vendedores ambulantes ocuparon totalmente las veredas de las calles y lo mismo han hecho quienes estaban dentro de los mercados.
Pasaron 14 años sin ningún cambio trascendental. Hay un nuevo Alcalde y está en sus manos marcar el nuevo rumbo de la ciudad tsáchila.