Redacción Cultura
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La producción más reciente del artista David Santillán está centrada en dos ámbitos temáticos: la soledad y la incomunicación. Durante los últimos meses del año pasado, el artista creó una serie de 14 óleos de mediano y gran formatos que se expondrán al público desde hoy, a las 19:00.
Su recorrido plástico
En 2008 obtuvo el II Premio (en la Categoría de Pintura) de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chapingo, en México.
El año pasado participó en la Bienal Internacional de Arte Siart, de La Paz, Bolivia. Su obra ha participado en muestras de arte contemporáneo como ‘Realismos radicales’ o ‘La huella del grabado II’.
Ha realizado nueve exposiciones individuales y ha mostrado su obra en más de 30 colectivas en Argentina, Chile, Bélgica, Japón, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Malasia, Estados Unidos, entre otros.
En la Universidad Internacional SEK se inaugurará, junto con esa muestra, un nuevo espacio para exposiciones temporales. El auditorio del Monasterio de Guápulo, ubicado en la Plaza Central de Guápulo, se dedicará a exposiciones visuales. Johanna Zavala, directora de Relaciones Internacionales de esa institución, dijo que la muestra de Santillán es el principio de una programación anual. Para marzo ya se ha anunciado una exposición de Carlos Monsalve.
Santillán ha trabajado un lenguaje figurativo de intensa carga metafórica y conceptual. Su preferencia por el óleo y los elementos iconográficos de su lenguaje (que no desdeñan rasgos o técnicas de la Escuela Quiteña) marcan una mixtura conceptual que ha sido saludada por la crítica.
El escritor Cristóbal Zapata ha apuntado sobre Santillán que “fusiona armónicamente el espesor conceptual que informa el arte contemporáneo con ese rasgo ontológico que distingue a las experiencias estéticas más entrañables del panorama actual y que no es otro que aquella verdad del tiempo que su pintura trae a la superficie y a la luz”.
El artista Miguel Betancourt, por su parte, piensa que “la obra de Santillán siempre ha sido fuerte y ha obligado al espectador a reflexionar sobre la realidad aparente. Sus motivos están cargados de sugerencias, como esos elementos cotidianos que, por acción de su pincel, son elevados al plano del arte”.
Las temáticas de la soledad y la incomunicación tienen reflejos en cuadros como El locutorio, un díptico de 2,40 x 1,40 que muestra a un personaje rubio que explora el lado inverso de los locutorios europeos que usan los latinoamericanos.