Redacc. Sierra Norte y Sociedad sociedad@elcomercio.comEn 1988, Camila Brusil nació prematura. Las tres primeras horas de su existencia marcaron su vida para siempre. Aparentemente sufrió una asfixia que no fue asistida con diligencia por los galenos. Eso le causó una parálisis cerebral que la dejó como un vegetal. “Sin reflejos y sin poder mover un solo dedo, mi hijita nos rompió el corazón a todos. No sabíamos si nos miraba”, recuerda Sonia Cruz, madre de Camila, una niña con discapacidad que cumplió 12 años en ese estado.
Un plan de largo plazoLa misión Manuela Espejo está planeando para largo plazo. Para ello se firmaron convenios con el Ministerio de Urbanismo y Vivienda (Miduvi), el IESS, Registro Civil, Ministerio de Salud y otros, señaló Eduardo Vayas, asesor de la Vicepresidencia.La misión, encabezada por el vicepresidente Lenín Moreno, está conformada por médicos y especialistas ecuatorianos y cubanos. Es un estudio biopsicosocial que busca determinar las causas de las discapacidades en el país. Este año el proyecto costará USD 40 millones.Eduardo Vayas añadió que el programa no termina con este Gobierno. “Hay que cumplir la Constitución y sostener los derechos alcanzados”, anotó.
La familia Brusil Cruz arrienda un departamento en el barrio Yacucalle, en el suroriente de Ibarra. En el segundo piso de una casa esquinera residen Sonia, su esposo Carlos, Andrés (17 años) y Camila. La pequeña alteró la rutina y la economía familiar. Sonia se dedicó completamente a ella desde que cumplió 3 meses.En el Infa, la niña aprendió a succionar, mover sus manos y comer. “Hace siete meses también consiguió absorber. No mastica, pero come en trozos pequeños. Todos estos años la he cargado en mis brazos para llevarla a rehabilitación, tres veces por semana. Nuestra modesta economía no nos permitió comprar un coche postural porque una silla de ruedas no es apropiada para Camila”, dice la madre, mientras se queja de un dolor en la espalda.En febrero pasado, la familia se enteró sobre la Misión Solidaria Manuela Espejo. Hicieron los trámites y una semana después llegó un equipo de médicos cubanos para evaluar a la pequeña.Hace un mes, la misión les cumplió un deseo de mucho tiempo. Sonia recibió el coche postural, un colchón antiescaras (evita las úlceras y laceraciones) y pañales.Camila se hace entender con gestos. Su mirada, esquiva en presencia de los extraños, se vuelve cálida cuando escucha las voces cariñosas. A pesar de su tragedia, su familia es optimista. “Ya no pregunto a Dios el porqué de mi drama. Entiendo que fue el destino. Cada día es un vía crucis, pero el amor inmenso de mi Camila me hace sobrellevar los problemas”, dice Sonia, quien no puede contener las lágrimas.A 10 cuadras de ese sitio, en un costado de la avenida Atahualpa, se levanta el Hogar Lucila Maya, un asilo administrado por el Ministerio de Salud Pública.Allí vive José Amaguaña, de 75 años. Él padece retraso mental y no puede caminar. Fue encontrado por personal de la misión solidaria en la parroquia La Esperanza, en el noroccidente de Ibarra. “Le hicimos evaluar en el Hospital San Vicente de Paúl. Hace unas semanas recibió una silla de ruedas, un cojín y un colchón antiescaras, un protector de colchón, una cobija térmica y silla para evacuar. La ayuda dada es del orden de los USD 1 800 ”, explica Harvey Reascos, responsable de la Misión Solidaria Manuela Espejo en Imbabura.Don José, un hombre que sonríe todo el tiempo, se siente querido y a gusto con los demás adultos mayores. Quienes lo conocen dicen que le gusta tomar el sol en su silla de ruedas y le encanta la comida que se sirve en el sitio, donde también encontró a personas que se preocupan por él.Camila Brusil y José Amaguaña son dos de las 103 335 personas con capacidades especiales que la Misión Manuela Espejo ha detectado hasta finales del mes pasado. La misión visitó hasta el momento 487 411 hogares, en 14 provincias del país.