¿O del abandono y la destrucción? Ella nace al noreste de Libertad, península de Santa Elena, provincia de Santa Elena. Tiene aproximadamente 250 km de longitud y termina en Manta, Manabí. A lo largo del recorrido el visitante se encuentra con poblaciones, entre ellas Punta Blanca, San Pablo, Palmar, Ayampe, Valdivia, Manglaralto, Montañita, Puerto Cayo, Puerto López. La infraestructura de las poblaciones se encuentra en el abandono más grande: las calles son de tierra, no existen aceras ni alcantarillado adecuado, la distribución del agua no es equitativa ni formal, los cableados del servicio de energía eléctrica se asemejan a enormes telas de araña por sobre las cabezas.
Dispensarios médicos, locales de información turística, servicios higiénicos adecuados y salubres brillan por su ausencia.
Voy regularmente a la Costa que formó parte de la provincia del Guayas desde pequeña y es triste constatar que el desarrollo aún no llega a las diversas poblaciones. ¡Y han transcurrido 38 años desde la primera vez que visité Salinas!
Demasiado hemos leído y escuchado la retórica de los negociados, los errores intencionales, la utilización de materiales de pésima calidad, las malas administraciones, la falta de exigencia del poder central con los gobiernos seccionales.
Lo más adecuado, sin duda, sería decidir un correcto accionar, planificar responsablemente y ejecutar con transparencia. El Gobierno central estaría en capacidad de sentar políticas, métodos y metodologías claras y precisas sobre todos y cada uno de los aspectos referidos, que sean de obligatoria aplicación para el propio ejecutivo y sus ministerios y para los gobiernos seccionales. Una guía unificada podría realizar el sueño de los habitantes de esas poblaciones y de los visitantes. El sueño de una comunidad en que los servicios básicos y de infraestructura funcionen con los niveles más altos de exigencia, donde la estética de las construcciones guarde armonía con el ambiente mediante asesoría de profesionales, donde los habitantes y visitantes tengan acceso a un dispensario médico funcional y completo, donde el mercado y sitios de abasto sean claramente determinados, donde no haya basura en las calles y el sistema de recolección sea adecuado y permita el reciclaje; donde se desarrollen proyectos de agricultura, artesanía, pesca, arte; donde la educación rescate las fortalezas de los individuos; donde se formen microempresarios, empresas familiares, comunales.
A propósito, dejo constancia de la estupenda carretera Guayaquil – Santa Elena. Mas, ¿qué pasó con la Ruta del Sol y sus poblaciones? A quienes corresponda, manos a la obra.
Columnista invitada