Richard Cortez
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Raphael no solo canta. Sobre el escenario actúa, sueña, recuerda, baila, conversa y medita. Hace de ese espacio su casa, su terreno y hasta su feudo en el cual, con la experiencia de más de medio siglo de vida artística, se convierte en una suerte de amo y señor.
La noche del viernes, ese feudo fue el Centro de Convenciones Simón Bolívar de Guayaquil. El llamado ‘Ruiseñor de Linares’ demostró que tiene voz para rato. Que su profesionalismo y respeto por el público están intactos.
Eso se percibió en su concierto llamado 50 años después: comenzó casi en punto. Ocho minutos después de la hora programada para el inicio (21:00), las luces se apagaron y el artista español ya estaba en el escenario. Con traje y corbata oscuros y camisa blanca recibió la primera ovación.
Un piano y un pianista, Juan Cuacci, fueron suficientes para el acompañamiento musical. Un saludo corto, puntual, hablando de sus 50 años, fue suficiente para, por decir, romper el hielo.
Desde allí, y con la interpretación de Cantares (Caminante, no hay camino) comenzó un torrente de canciones que terminó dos horas y 40 minutos después. En todo este tiempo, un auditorio repleto aplaudió, cantó y ovacionó al español.
Raphael trajo sus canciones más conocidas. Las de siempre. Pero estaban renovadas, se puede decir que fueron actualizadas musicalmente. Eso no hizo que pierdan aquella esencia que, en su tiempo, hizo que muchas de ellas sean verdaderos éxitos.
Hasta el Centro de Convenciones Simón Bolívar llegaron, mayoritariamente, hombres y mujeres maduros. Allí estuvieron quienes han seguido desde los primeros años de la década de los setenta la carrera del artista que en 1943 nació en Linares (Jaén).
Cecilia y Rosa (no dieron sus apellidos) estuvieron en Golden Box. En el concierto, sus estados de ánimo cambiaron varias veces. Pasaron de la euforia a la pasividad y de la felicidad a la tristeza.
Fueron momentos para recordar los viejos amores y muchos momentos de sus vidas. Recordaron “aquello que deja huella no solo en el corazón sino también en el alma. Esa es la magia de las canciones de Raphael”, dijo Rosa, sin dejar de mirar al escenario.
En ese instante, el español interpretaba Cuando tú no estás. Para ese momento había cambiado su camisa blanca por una negra. “Así es como me recuerda la gente y así es como más me imitan”, dijo. Las risas llegaron.
Con breves pausas, para beber agua o entrar y salir brevemente del escenario, Raphael interpretó Desde aquel día, Digan lo que diga, Provocación, Cierro mis ojos, A mí manera (My way), Sigo siendo aquel, Siempre estás diciendo que te vas y Estar enamorado.
En la segunda hubo una sorpresa tecnológica: el español cantó a dúo con Rocío Durcal (fallecida en marzo de 2006). En dos pantallas gigantes, la española interpretaba Cómo han pasado los años.
Igual ocurrió con Joaquín Sabina. Sutilmente, sin alardear, dio cuenta de la calidad que mantiene su voz. En las notas altas y largas no usó micrófono y, sin problemas, se le escuchó en el auditorio.
Vino la tanda de canciones americanas. Gracias a la vida, Nostalgia, Caminito y Adoro fueron parte de la lista. Hasta ese momento, aplausos y gritos iban y venían. Escándalo, En carne viva, Maravilloso corazón, Qué sabe nadie generaron igual reacción.
Al final, hasta rompió un espejo. Así este amo y señor del escenario finalizó su actuación en Guayaquil. De pie, el público lo quería devuelta en el escenario. Anoche fue el turno de Quito.