En Rocafuerte guardan el agua en albarradas

Redacción Manta

El tractor de propiedad de Juan Cedeño, en el recinto El Junco del cantón Rocafuerte, centronorte de Manabí, no abre surcos en la reseca tierra de cultivo. Ahora, es utilizado para excavar un hueco de 15 metros de largo por 7 de ancho y 60 centímetros de profundidad.

En la finca llena de polvo, debido a la sequía que soporta la provincia, Cedeño se las ingenió para construir lo que llama una albarrada (reservorio) casera.

Los detalles de la obra
La habilitación de una albarrada tiene un costo aproximado de USD 500. La obra demora entre cuatro y cinco días.
La maquinaria representa el 45% de la inversión. Los vecinos apoyan con mingas para ahorrar la mano de obra.  
La vida útil de estas albarradas es de entre cuatro y cinco años, la ventaja es que se puede reutilizar el plástico y cambiarlo cuando este se deteriora.
El líquido que se almacena  en este tipo de reservorios puede durar hasta tres meses, dependiendo del clima y de la profundidad que tenga la fosa. Sin embargo, en estas zonas se vacían a las dos semanas porque se las usa para el riego.

La tierra que sale es amontonada en los costados de la fosa hasta formar una especie de borde. Luego, la albarrada es cubierta con plástico negro. Cedeño contó que realizar este reservorio le tomó cuatro días. 

“Hago esto, porque tengo que preservar la vida de  15 reses y de mi cultivo de zapallo. Esto es todo lo que tengo, por eso haré todo lo que esté en mis manos para no perder mi inversión”, señaló el agricultor. La albarrada de Cedeño se llena con 10 viajes de agua que llega en tanqueros. Él paga por esto, USD 250 y le dura tres semanas. 

“El plástico evita la filtración del líquido en la tierra, pero también estoy pensando en fabricar un toldo de plástico para cubrir la fosa y evitar que el líquido se evapore con el  fuerte sol”, explica. Este agricultor utiliza una bomba para succionar el líquido hasta conducirlo a sus sembríos y a una parte a su casa.

“Es triple gasto, la construcción de la albarrada, la bomba de succión y el combustible, pero no me queda otra, es eso o decido dejar mis tierras a merced de la sequía”, indica Cedeño. 

En El Junco, otros seis agricultores hacen lo mismo. Mario Alcívar busca la forma de financiar la construcción de una minialbarrada. “Creo que necesito por lo menos unos USD 300, es preferible antes que empezar a ver morir a mis animales”.

En el  sur de la provincia, en el valle de Sancán, también se proyecta la construcción de fosas con ese sistema. Hemos visto cómo las hacen en el proyecto Carrizal-Chone. Allá son de grandes proporciones, reseña Joselo Piloso, vecino de la zona de Quimis.

En Paján se aprovechan los terrenos con desniveles para hacer albarradas al pie de las quebradas. Ahí se requiere excavar menos. Sin embargo, Kléver Mantuano, residente del recinto Río Chico, señala que no solo hay que pensar en el estiaje, sino también en la época lluviosa.

“Es que el tiempo está cambiado. Luego de la sequía vendrá la abundante lluvia y los terrenos se inundarán otra vez”. Mientras a Fabiola Peñafiel, quien es dueña de un galpón donde cría pollos, le sigue inquietando el estiaje.

Ella dice que si bien las aves no consumen mucha agua, conseguir maíz para el alimento se ha vuelto más que complicado.

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