Río de Janeiro tiene un jardín botánico de 201 años

Redacción Siete Días

Jardim Botânico es un barrio en Río de Janeiro. También es una calle. Ambos bautizados en nombre del espacio verde más importante de la ciudad y el que, con certeza, tiene más historia.

Un gran rincón  para el estudio  
 
En el jardín está la biblioteca de botánica más completa de Brasil, con   32 000 volúmenes. 

El herbario tiene 330 000 plantas deshidratadas, una carpoteca con 5 800 frutos secos y una xiloteca con 8 000 muestras de madera.

Abre de  08:00 a 17:00. Solo cierra  el 25 de diciembre y el 1 de enero. Desde cualquiera de los miradores de la ciudad se ve esa amplia extensión verde, con  árboles de distintos tamaños, palmeras gigantes, lagunas y riachuelos.

Es domingo y el sol pega  fuerte sobre las cabezas. Demasiado sol como para ir a la playa. Pero un buen pretexto para ir a caminar bajo la sombra de esos árboles que ya cumplieron 201 años.

Fue el 13 de junio de  1808, cuando  el príncipe regente del imperio portugués, don  João,  inauguró  este espacio junto a la Floresta de Tijuca. Es difícil imaginar cómo lució el primer día, cuando las imponentes palmeras imperiales  que adornan la alameda Barbosa Rodríguez eran unos pequeños brotes.

En ese entonces no tenía el nombre de Jardín Botánico sino el de Huerto Real. Recién en 1890 fue rebautizado. Al caminar por estas  54 hectáreas de zonas cultivadas, se pueden observar todas las especies de la flora brasileña. Aquí crecen por todos lados ejemplares del pau-brasil, el árbol del cual el país heredó su nombre. Junto al jardín, y como parte de este, hay 83 hectáreas de bosques. El inventario tiene 40 000 plantas y una muestra cercana a  6 500 especies.

También hay un Jardín Japonés, creado en 1935. Ahí no solo hay árboles traídos de Japón sino varios criados en el Brasil, una muestra de la fusión de las dos culturas. Este Jardín, según reza una placa que lo adorna, fue reinaugurado en 1995 por la princesa Sayako, hija del emperador Akihito y la emperatriz Michiko.

La  Barbosa Rodríguez es justamente una de las partes favoritas del jardín -imagen reconocida para los televidentes de las novelas de Red Globo. La avenida de las palmeras imperiales  termina  en el portal de la antigua Academia de Bellas Artes.

Las palmeras son  descendientes de una palmera madre que fue destruida por un rayo en 1972.

Varios sectores del jardín están dedicados a las zonas geográficas del país. Se puede ver la vegetación sertaneja, encontrar árboles que solo crecen en la Amazonia, matas del planalto. El sueño de un aficionado a la botánica  sin tiempo para viajar por todo el país.

También hay un vivero que muestra un grupo de plantas carnívoras. Hay un orquideario y un bromeliario, además de un sector dedicado a las plantas acuáticas. 

Los turistas disparan sus cámaras en cada sendero. Según el sitio web del jardín, cada año 400 000 personas   visitan el jardín    más importante de América del Sur. 

Una familia camina cruzando el puente del río de los macacos. Los pequeños se sacan los zapatos para caminar sobre la tierra y la mamá los mira sonriente. De cuando en cuando, se sientan en una de las sillas a mirar cómo pasan los turistas y los cariocas que decidieron entrar para un paseo dominical.  Todos los senderos y ‘avenidas’ dentro del jardín tienen nombre. Son homenajes a los botánicos que trabajaron en la formación y en la investigación que sustenta al lugar.

En la parte izquierda del jardín está el   lago  Frei Leandro, donde abunda la Victoria regia ­un nenúfar sudamericano con enormes hojas­, además de una escultura grecorromana de fierro que representa a la diosa del mar. 

Los turistas distraídos, que cruzan el puente para un islote en un extremo del lago, creyendo que encontrarán un camino para pasar a la otra orilla, se deben dar la vuelta y recoger sus pasos: es un camino sin salida.

El Frei  Leandro a quien homenajea ese lindo lago fue un botánico que dirigió al lugar cuando dejó de llamarse Huerto Real y pasó a ser  Jardín Botánico. El parque fue abierto al público en 1822.

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