Varias enfermeras liberianas desinfectan una víctima del ébola en la calle en una calle en Virginia, a las afueras de la capital Monrovia. Foto: EFE
James Watson, preocupado por la progresión de la epidemia del Ébola, ruega a dios en una calle de Monrovia que “salve a la nación de esta calamidad”, que pone a prueba las capacidades y los medios de Liberia.
“Estamos muy débiles y expuestos al virus. Nuestra suerte está en manos de Dios”, dice Watson, de 29 años y que se presenta como un pequeño comerciante del barrio, Sinkor, una zona residencial del norte de la capital.
“Solo Dios puede salvarnos de esta enfermedad. Por eso rezamos y ayunamos para salvar la nación de esta calamidad ”, añade el joven, rodeado de personas que rezan ante un edificio público.
Es su respuesta a la convocatoria de la presidenta liberiana, Ellen Johnson Sirleaf, a rezar y ayunar entre el miércoles y el viernes para implorar la protección divina contra la epidemia del ébola, y que reunió a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, en barrios de toda la capital.
Desde que fue descubierto, en 1976, el virus del Ébola ha originado más de 20 epidemias, pero la que actualmente golpea África occidental, que comenzó a inicios del año, es la más grave de todas: más de 960 personas han muerto de casi 1.800 casos registrados (confirmados, probables o sospechados) , según el último balance de la Organización Mundial de la Salud (OMS), difundido el viernes.
En Liberia se han registrado 554 casos, 249 de ellos mortales.
‘La gente muere cada día’
Entre los fieles se encuentra Sarah Ballah, una elegante jefa de una empresa privada de 32 años, que se dice feliz porque su familia de momento ha escapado al virus.
“Jornadas de rezo y de ayuno en momentos como este son muy importantes. Dios es nuestra única esperanza y contamos con él para librarnos del ébola”, que causa estragos, “la gente muere cada día y nadie escapa”, se lamenta esta joven.
Además de los rezos colectivos, los habitantes de Monrovia han visto reaparecer en sus calles a los miembros de una organización de musulmanes y de cristianos que trabajan por la paz y que organizaron numerosas manifestaciones durante las guerras civiles que sufrió el país entre 1989 y el 2003.
Algunos activistas rezan y ayunan instalados frente a la residencia de la presidenta Sileaf, ya llueva o haga sol.
Una de ellas, que no quiere identificarse, asegura que se quedará allí hasta que Liberia se libre del ébola.
Se trata de una cuestión de semanas, o incluso de meses, en este país, de unos cuatro millones de habitantes, de recursos limitados. Los centros médicos no están totalmente preparados para aislar a los enfermos de ébola, una condición indispensable para poner coto a la transmisión.
En Monrovia, la situación es “catastrófica”, consideró el viernes Lindis Hurum, coordinadora de emergencias en Libera de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) .
Hurum se refirió a informes según los cuales al menos 40 trabajadores de los servicios de salud habían contraído el virus durante las últimas semanas. Por temor al contagio, varios hospitales de la capital han quedado vacíos de trabajadores y han sido cerrados.
El jueves, el sindicato de personal de sanidad amenazó con ponerse en huelga si el gobierno no le proporciona el material necesario contra el ébola.
“No tenemos guantes, ni indumentaria, ni otros equipos necesarios”, lamentó Deemi Dearzrua, secretaria general del sindicato.