La presidenta Dilma Rousseff, durante una rueda de prensa en el Palacio de Planalto, Brasilia. Foto: Agencias
El presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, Eduardo Cunha, se declara “opuesto” al Gobierno de Dilma Rousseff y avaló la apertura de un proceso para destituirla. No obstante, las denuncias de corrupción que lo acorralan y los golpes que ayer, 15 de diciembre del 2015, lo dejaron más cerca de perder el mandato no son necesariamente un respiro para la mandataria.
El político evangélico sufrió dos golpes contundentes: la policía allanó sus residencias en el marco de la operación Lava Jato, que investiga los fraudes en Petrobras, y el Consejo de Ética de la Cámara Baja aprobó que prosiga el proceso por “quiebra de decoro” que puede resultar en la impugnación de su mandato.
El problema para el Gobierno es que el operativo policial no solo afectó a Cunha sino también a otros correligionarios suyos en el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) que son menos hostiles con el Gobierno.
Pese a ser el principal socio de la coalición oficialista, el PMDB está dividido en dos sectores claramente opuestos: los que se alinean con la oposición, y son liderados por Cunha, y los que son “aliados verdaderos”.
“La operación de la Policía Federal en la casa de Eduardo Cunha puede parecer un regalo para la cumpleañera de la víspera, Dilma Rousseff. Pero el objetivo de esta etapa de la Lava Jato afecta a diversas alas del PMDB, contrarias y favorables al ‘impeachment’ de la presidenta”, señaló hoy el analista político del diario Folha de Sao Paulo, Igor Gielow.
El mayor motivo de preocupación para el Gobierno es que también fueron objeto de la acción policial políticos aliados del presidente del Senado, Renan Calheiros, también del PMDB y también sospechoso de participar en los fraudes en Petrobras, pero que ha sido más amigable con el Gobierno.
Se trata del diputado Aníbal Gomes, a quien se acusa de haber sido el intermediario entre el jefe del Senado y la red de corrupción en Petrobras, y el ex presidente de la subsidiaria de Petrobras Transpetro Sergio Machado.
La suerte que corra el jefe del Senado no es en absoluto ajena a la que corra Rousseff, porque si bien la apertura del proceso para destituirla comenzó en la Cámara Baja, que deberá definir si debe o no continuar, su destitución será juzgada y decidida en el Senado Nacional.
Además, la acción policial no solo golpeó de lleno al mayor socio del Gobierno -más allá de las notorias disidencias-. También golpeó al partido que puede llegar a ser el fiel de la balanza en caso de que avance en el Congreso el proceso de destitución de Rousseff. Por otra parte, dos ministros de Gobierno, que reflejan la división que afecta al PMDB, están entre los implicados hoy: Henrique Eduardo Alves, titular de Turismo, aliado de Cunha y defensor de la caída de la presidenta, y Celso Pansera, titular de Ciencia y Tecnología, y al día de hoy, tras una trayectoria política errática, aliado del Gobierno.
Otro factor, nada menor, que también hace aumentar la incertidumbre sobre si la desgracia del enemigo Cunha será beneficiosa para el fragilizado Gobierno de Rousseff, es la actitud que tomará el vicepresidente de la República, Michel Temer, presidente nacional del PMDB y beneficiario directo de la eventual caída de la mandataria.
Temer rompió la semana pasada un incómodo silencio que mantuvo tras la apertura del proceso contra Rousseff, con una dura carta en la que se explayó en críticas y quejas hacia la presidenta. La misiva, que por razones que se desconocen se filtró a la prensa, fue interpretada de manera casi unánime como “el comienzo de la ruptura” de la alianza de Temer con Rousseff, y también de la que el PMDB mantiene desde 2003 con el gobernante Partido de los Trabajadores (PT).
Con su partido claramente dividido sobre si apoyar o no la destitución de la presidenta, y con la posibilidad de coronar una larga trayectoria política como presidente de Brasil, lo que haga Temer, por el momento una incógnita, inquieta, lógicamente, a Brasilia.
Un auxiliar directo de Rousseff, citado por Camarotti, tradujo la sensación de inseguridad que reina en Brasilia: “No se puede controlar esta investigación, pero no hay dudas de que el ambiente político será más inestable aún en este final de año”, admitió.