Fue el propio presidente Rafael Correa quien, durante un momento de absoluta franqueza, se quejó que tenía como colaboradores de su Gobierno “a un equipo de tercera”. En efecto, a pesar de los numerosísimos ministerios y secretarías de nivel ministerial no ha sido muy feliz la elección de sus ayudantes más cercanos. Pero es claro también que siempre habrá las excepciones ‘que son de rigor’, como suele decirse en el lenguaje de la burocracia.
Una de las excepciones fue la arquitecta María de los Ángeles Duarte, mientras desempeñaba la Cartera de Vivienda y Desarrollo Urbano, antes de que tuviera la mala idea de competir con Nebot para la Alcaldía de Guayaquil. Otra excepción fue la del entonces flamante Ministro de Cultura, Galo Mora Witt. También la de la ahora Ministra de Patrimonios, María Fernanda Espinosa y, de pronto se ha integrado a la misma reducida nómina, el nuevo titular de Cultura, es decir, Ramiro Noriega Fernández.
Tan es así que cuando le tocó una labor nada fácil: defender el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo a la Asamblea para crear un Sistema Nacional de Cultura, Noriega acudió con gesto democrático a la TV, y cumplió su deber con inteligencia y habilidad.
En país tan ‘superpoblado’ de leyes -y de escaso cumplimiento además-, la primera inquietud obvia es si verdaderamente el proyecto de marras resulta indispensable o no. El Ministro escogió terminantemente la respuesta afirmativa y se basó en lo que manda la dichosa Constitución de Montecristi; la amovilidad de los hechos culturales, la distinción entre educación formal y espontáneas labores culturales, la superada división institucional de educación, cultura y deportes, etc.
A su vez, al explicar los objetivos del proyecto, Noriega destacó la armonía con la Carta Política que, según su criterio, “es Carta de derechos”; la garantía para todos los habitantes del ejercicio pleno de las facultades de esta índole y los deberes “irrenunciables del Estado” con las diversas clases de “Patrimonios” colectivos.
Reconoció Noriega que el tema de la Casa de la Cultura Ecuatoriana existente y funcionando desde hace más de 60 años, plantea elementos delicados y complejos. Dijo que se había reunido con los actuales personeros de la CCE, pero enfatizó que dentro de la presente concepción estatal, no hay lugar para una autonomía plena ni independencia. Señaló que el único camino es la coordinación de todas la entidades en el Plan Plurianual de Desarrollo, de modo que cada una tenga distribuidas las funciones y las competencias y se dedique a su empeño con fervor y optimismo.
El propio Ministro se preguntó el papel que le corresponde frente al Gabinete y se contestó que es “alentar el espíritu crítico” y que se mira como el garante de la libertad y la espontánea creación en todos los ámbitos de la cultura: ciencias, artes y letras.