Cuando terminan las celebraciones por la fundación de la ciudad suele quedar en evidencia la poca efectividad de las leyes, normas y ordenanzas, así como los llamados a que todos los habitantes contribuyan a mantener una ciudad limpia y agradable. Basta recorrer Quito estos días festivos para entender que ni las autoridades ni los ciudadanos tienen una conciencia clara y firme en relación con la necesidad de que la capital reciba un mejor aspecto y su paisaje urbano sea amable y acogedor.
Si bien es cierto que a la ciudad le aquejan innumerables problemas, entre ellos la alta densidad poblacional, la migración interna, el excesivo parque automotor, la congestión de vehículos motorizados, los graves problemas de movilidad en las horas pico, la falta de un transporte público masivo de calidad y eficacia, la inseguridad, la contaminación ambiental, etc., no es menos importante poner atención a la mala imagen que presentan sus calles, avenidas, parques, espacios de recreación y lugares donde hay concentraciones masivas.
No se trata solamente de que el Municipio cumpla su deber a medias recogiendo la basura, sino de que toda la comunidad, incluidas las autoridades, se esfuerce por elevar el nivel de responsabilidad colectiva e individual en procura de que Quito haga honor a sus títulos patrimoniales, culturales, turísticos e históricos.
Tampoco se trata de que se realicen este tipo de llamados solamente a propósito de las festividades de fundación, sino de que todos los días del año se ponga en práctica la normativa vigente para que cada ciudadano no solamente cumpla sus obligaciones, sino que sea un elemento motivador para que muchos otros sigan su ejemplo y amen a la ciudad como se debe.