¿Perdurará la palabra poética?, me pregunto al recibir la noticia de que Gonzalo Rojas ha muerto, y otra vez el relámpago viene hacia mí desde lo oscuro, desde ‘Carbón’, que leo y releo. “La noche torrencial se derrumba / como mina inundada y un rayo la estremece.”Ahora que ha muerto llega otra vez en medio de la lluvia, con su padre minero, con su madre rodeada por los siete chiquillos, vienen mojados, empapados, estilando, como nosotros diríamos. Viene desde su Lebu natal, desde sus minas, con su Chile a cuestas. Cómo no levantar el vaso de vino para brindar por él y por las Hermosas que danzan en sus poemas de amor. Cómo no brindar con él, por su humor, su ironía. Por su palabra y su silencio.
Me imagino la conversación entre Rojas y Rulfo en el 69. Una vez vi a Rulfo, en Guayaquil. Un señor muy tímido, silencioso y cortés, que bebía su café en un rincón. ¿Para qué hablar? ¿Acaso no bastaba con El llano en llamas y Pedro Páramo?… Cuenta Rojas, o inventa, que Rulfo le dijo: “¿Así que tú eres el mero Gonzalo? Y yo que te creía muerto y pensé que eras un mito”. Rojas había publicado hasta entonces solo dos libros, pero en Chile ya era un mito. “El mito eres tú, Juan, y no vas a morirte nunca”. Y le citó a Guimaras Rosas, “los poetas no mueren, quedan encantados”. Poetas los dos, han quedado encantados. Relámpagos nos llegan desde ellos, desde lo oscuro.
La poesía es palabra, pero palabra rodeada de silencio. Sin silencio no hay pregunta esencial, hay barullo, ruido, desentendimiento de lo íntimo. ¿Perdurará la palabra poética en medio de la palabrería insustancial, la demagogia, los efectos perversos de los dispositivos tecnológicos?, me pregunto. Y Rojas responde: “Sí: la Palabra perdurará, como perdurará el silencio sin el cual no hay palabra. Porque hay que entrar en el callamiento para entender lo que es la palabra, el alfabeto de sonido con su armazón de sílabas”. Él sabía lo que estaba diciendo. Siendo niño, un hermano pronunció la palabra “re-lám-pa-go” para conjurar la tempestad y aplacar su miedo, entonces descubrió la poesía.
Otro poeta hoy encantado, Eugenio Montejo, invocando el romanticismo de Hamann, en un ensayo que dedica a la poesía de Rojas escribe que, a semejanza de Dios, el hombre es invisible. “El hombre es, pues, fatalmente oscuro. Sólo mediante el relámpago del poema se logra, cuando se logra, atisbar algo de la claridad que es como decir la identidad de quien lo escribe, a la vez que puede servirnos para columbrar la de quien lo lee”. Añade Montejo: “la poesía es la última religión que nos queda”.
Ahora viaja a lo oscuro, se lo llevan en el ‘avión de palo’. Pero no, en verdad sigue aquí, en sus relámpagos. “Lo que me gusta del cuadro es que el muerto / da a la ventana, y la ventana / está abierta’” (26.4.2011)