La reivindicación de Quito, Luz de América

Vladimir Serrano/ Politólogo

El debate que se generó hace 50 años por el libro ‘Quito, Luz de América’ de Manuel María Borrero, en el  cual  se cuestionó la actuación y verdaderos móviles de los patriotas quiteños que protagonizaron la Revolución de Agosto de 1809, dejó secuelas en ciertos historiadores, que han menospreciado de manera constante la primacía del movimiento patriótico de los quiteños.

Ellos han procurado demostrar que Quito no fue la primera ciudad que intentó sacudirse del dominio hispano, y que por lo mismo no le correspondía el título de sede del primer grito de la independencia.

Manuel de Guzmán Polanco,  quien  hasta agosto del 2009 fue director de la Academia Nacional de Historia y que falleció el 25 de diciembre del año anterior, buscó denodadamente la verdad de los hechos.

Él  logró reivindicar la afirmación de Fray Camilo Enríquez, padre del periodismo chileno y presidente del Congreso de ese país, quien residió en Quito en agosto de 1810, presenciando el asesinato de los próceres y la represión de la ciudad. Por este testimonio  en Valparaíso durante décadas, se pudo leer una placa que decía “A Quito, Luz de América”.

Borrada con el tiempo, fue necesario que en  2008 se inscribiera en el monumento al notable religioso la mencionada expresión sobre nuestra ciudad. A la ceremonia  de colocación concurrieron el entonces alcalde de la capital,  Paco Moncayo, y Manuel de Guzmán. Este último pese a la avanzada edad a la que había llegado, puesto que murió de 94 años y medio, seguía investigando y escribiendo.

Una de sus últimas obras fue  precisamente este tema con lo cual se reafirmó el mayor título que se ha otorgado a Quito a lo largo de su historia.

En su vida ocupó diversas funciones diplomáticas,  las cuales  facilitaron sus investigaciones.  En Bolivia y Argentina extrajo material que le sirvió para su biografía sobre Ignacio Flores y Jiménez, uno de los quiteños que mayor relevancia alcanzó en tiempos de la colonia, puesto que fue presidente de la Audiencia de Charcas, cuando fue la sublevación de Tupac Katari. En la pacificación supo manejarse con tino y generosidad produciendo la ira de los oidores y el juicio condenatorio del Virrey de Buenos Aires.

Durante su misión en el Vaticano, encontró un mapa de los jesuitas en el cual se podía ver con claridad los límites de la Audiencia, abonando sobre los derechos territoriales del Ecuador.
 Igualmente, reivindicó a Manuela Cañizares, puesto que algunos historiadores escribieron sobre ella basándose en las calumnia del proceso legal que se le siguió, donde era obvia su denigración y por lo mismo no se podía considerar que aquel juicio tuviera objetividad histórica.

Con el trabajo de Manuel de Guzmán se incrementó la biografía de esta notable mujer, que transcurrió su existencia entre el patriotismo y el amor.

Aparte de las mencionadas obras, publicó muchos otros libros y artículos, ampliando con ello de manera notable la bibliografía histórica ecuatoriana.

Pero a más de su inteligencia y creatividad, Manuel de Guzmán fue un caballero a carta cabal. Ejerció su profesión de abogado y participó también en la política demostrando altas dotes morales, entre las que se encontraron la tolerancia y la comprensión, por lo cual nunca fue un sectario porque en todo momento  dio prioridad a los intereses nacionales.

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