Los refugios informales en Bahía de Caráquez operan con riesgos
Fotos: wladimir torres / Para el comercio 25 carpas y covachas de madera de refugiados permanecen sobre la calle Pedro Solís, en las faldas del cerro de la Cruz, en el centro de Bahía.
Tiendas de acampar en las aceras, al lado de covachas armadas con madera y plástico, de las que asoman filas de colchonetas. Ese es el panorama reinante en el barrio María Auxiliadora de Bahía de Caráquez, en la calle que sube al mirador de la Cruz, que es similar a la de cinco puntos en la zona central de la ciudad.
En el sector, declarado zona de riesgo, los refugios construidos con las láminas de zinc de los tejados y donados como miniviviendas de emergencia se han convertido en casas permanentes por casi ocho meses. Decenas de carpas de diverso tamaño y color ocupan las canchas deportivas del barrio, junto a todo tipo de covachas armadas con madera, caña, lona, tuberías y plástico.
Luego del terremoto del 16 de abril del 2016, Bahía mantiene a decenas de familias viviendo en refugios improvisados, incluido un campamento de 43 familias en el Parque Sucre, en la plaza frente a la iglesia de la población.
En el Municipio del cantón Sucre, al que pertenece Bahía, explican que uno de los principios para la entrega de nuevas casas es que los damnificados estén en albergues oficiales, adonde los refugiados se han negado a ser trasladados.
“Se hizo una excepción con las familias que viven en el Parque; recibirán casas en una zona de Leonidas Plaza, donde el Municipio está haciendo expropiaciones”, informó Cristian Rodríguez, encargado de la Unidad de Gestión de Riesgo del Cabildo y secretario del Comité Operaciones de Emergencias (COE). Son cinco hectáreas que serán urbanizadas en conjunto con el Miduvi.
Respecto a la situación de los refugiados del cerro, la Municipalidad espera un informe definitivo. “El informe técnico de riesgo y análisis de suelo determinará en qué zonas del cerro se puede reconstruir. El informe preliminar apunta a que es riesgoso volver a construir allí”, agregó Rodríguez.
Según las cifras oficiales, unas 100 familias siguen refugiadas en Bahía. El número dista del que reportan los líderes barriales. Además de las 43 familias refugiadas en el parque hay 31 familias en el albergue Montúfar, uno de los más organizados –en un terreno cercado– con refugios de metal.
También existen 25 carpas en una calle aledaña al cerro, sector de Pedro Solís, donde los habitantes viven entre sus casas y las carpas.
Entre María Auxiliadora y San Roque –cuyos habitantes bajaron del cerro y se ubicaron en una cancha de fútbol– viven unas 200 familias más, según Antonio Alcívar y Jessenia Pallaroso, presidentes respectivos de los dos barrios.
Hasta cinco miembros por familia duermen en espacios reducidos, en construcciones endebles que los pobladores temen que sucumban ante el inminente invierno. En los refugios usan un sanitario comunal, lavan la ropa y los platos en palanganas en el suelo.
Leti Revelo, de 54 años, vive casi a la intemperie bajo una carpa de dos metros por dos, que ni siquiera cubre el espacio de su cama, la cual limita con la cocina. Solo dos flancos de la carpa están cubiertos con material de lona; el resto está descubierto, frente a la pared de una vivienda vecina.
La casa de Revelo, construida con caña en el cerro de María Auxiliadora, resultó afectada y fue marcada con sello rojo, como una señal de los daños causados por el movimiento de suelo que generó un agrietamiento de la estructura.
Ella se ve obligada a regresar a la casa para utilizar el baño. “Estamos como botados, la ayuda no llega. (...) Hay enfermedades, nos salen ronchas en la piel”, lamenta.
Silvia Gracia, de 28 años, vive con su suegra, sus dos hijos, su esposa y una cuñada en un refugio de madera y lona. “Del cerro baja una cascada de agua, no sabemos cómo va a ser el invierno y ya ha comenzado a lloviznar”. La inseguridad es otro problema, porque dos veces han intentado robarles los televisores, cuenta Gracia.
Los habitantes esperan que se concrete la oferta de entrega de viviendas, prevista luego de seis meses. Pero muchos no quieren irse de las faldas del cerro y cuestionan el reducido tamaño de las viviendas que se están entregando en Manabí.
El Cuerpo de Bomberos identificó factores de riesgo en los refugios, donde están almacenados tanques de gas y cocinas cerca de los colchones, además de conexiones eléctricas inadecuadas.
Salud encuentra problemas sanitarios, indicó el Secretario del COE cantonal. Los informes técnicos de las siete mesas de trabajo del Comité determinarán la reubicación o el futuro de cada uno de los refugios.